Que es la antevíspera del chupinazo de este año ---y eso es lo que de verdad les importa a muchos, tic tac, tic tac, empieza la fiesta---.
Que es la víspera de que declare Begoña Gómez en un juzgado madrileño ---y eso es lo que estimula a otros, tic tac, tic tac, sigue la fiesta---.
Que es el día en que los estadounidenses quedan para comer hamburguesas y ver fuegos artificiales ---fiesta nacional, cuatro de julio, con el presidente Biden en horas ínfimas y sin cuerpo de fuegos artificiales---.
Y que es el día, en fin, en que los británicos van a mandar a paseo a su primer ministro poniendo fin a catorce años de hegemonía de la derecha ---tic tac, tic tac, se le acaba al Partido Conservador la fiesta---.
Elecciones en Reino Unido
En esta hora se empieza a votar en el Reino Unido en elecciones generales anticipadas.
Tocaban a final de año, pero después del fracaso en las municipales de mayo entendió Rishi Sunak, efímero líder, que no tenía sentido esperar más y dio la palabra a los británicos para elegir un nuevo Parlamento.
Un poco como Sánchez, aquí, tras su fracaso en las municipales del año pasado pero con el resultado contrario, porque Sánchez logró permanecer en el gobierno y Sunak comprobará hoy hasta qué punto no ha conseguido lo que se propuso el día que disolvió la Cámara.
Iba a dedicar las seis semanas siguientes a pelear por cada voto y convencer a los electores de que sólo con un gobierno presidido por él podría restaurar la confianza en el país.
Hoy los electores le van a decir que recoja sus cosas y deje paso al siguiente. No es que soplen aires de cambio político en el Reino Unido, es que soplan vendavales.
La última encuesta conocida ayer ---los ingleses no tienen ni jornada de reflexión, ni prohibición de publicar encuestas, ni tradición de votar en domingo--- dice que el Partido Laborista está en el 39% del voto y los conservadores en el 22%.
O en número de escaños, que el laborismo sacará 430 por apenas 100 de los conservadores y 75 de los liberal demócratas, la tercera vía. O sea, una goleada histórica. Bueno, tan histórica que el Times ha echado la vista atrás y le sale que no ha habido nada parecido desde 1832, hace ciento noventa y dos años.
Definitivamente, el Reino Unido va a la contra de la corriente dominante en la Unión Europea de la que una vez formó parte.
Si aquí avanza la derecha y se achica el espacio de la socialdemocracia, allí la izquierda va a dejar reducida a la derecha a una sombra de lo que ha sido. Más por el fracaso de los últimos gobiernos conservadores ---el declive empezó con Cameron y su referéndum del Bréxit--- que por los éxitos de la oposición, pero habiendo realizado el líder laborista, Starmer, un trabajo notable en la reubicación ideológica (y sociológica) de su partido.
Atrás quedó el naufragado Jeremy Corbyn, al que llamaban (o se hacía llamar él, no sé) el Pablo Iglesias británico, y lo que vino tras él fue un viaje de la izquierda a posiciones más centrales para ganarse a las clases medias. A la vista está que se las ha ganado.
Bien es verdad que ha aparcado también el fervor europeísta que una vez fue santo y seña del laborismo.
Hoy le preguntan a este Starmer si promoverá el retorno británico a nuestra Unión Europea y responde que no cree que eso pase en lo que le queda a él de vida. Tiene sesenta y dos años.
Las encuestas dan la victoria a Trump en Estados Unidos
Joe Biden sigue teniendo ochenta y uno pero desde el debate de hace una semana parece que tenga ciento ochenta. En su partido, aunque les cueste decirlo en público, lo ven de pronto como un carcamal incapaz de darle la vuelta a las encuestas de aquí a noviembre.
Y las encuestas de hoy dicen que Trump le gana por seis puntos, 49-43 y aumentando la brecha.
Cuando es la prensa afín quien con más perseverancia publica informaciones encaminadas a descabalgarte, mala cosa, bien lo sabe Pablo Casado. Pero cuando es tu rival por la presidencia el más interesado, fervorosamente interesado, en que sigas en la carrera ---Trump poniéndole velas a la virgen para que sigas---, entonces el asunto se te pone imposible.
Pinta mal lo tuyo, Joe, pinta mal, es lo que le están diciendo los pocos colaboradores que, al parecer, se animan a hablarle claro. Porque si pinta mal lo suyo pinta mal lo de todos los estadounidenses que no quieren ni pensar en un regreso de Trump a la Casa Blanca.
Y no hay americano más deseoso en este momento de que Biden resista como un jabato que Donald Trump.
El New York Times, la CNN, el Washington Post están haciendo lluvia fina. Que si el clamor interno va a más, que si no ha habido información sobre el estado de salud de Biden desde febrero, que si el propio presidente habría confesado a algún amigo que los próximos días serán decisivos para saber si su candidatura aguanta. La portavoz de la Casa Blanca, a la defensiva, desmintió esto último, del New York Times, sin rodeos.
Imagínese a Pilar Alegría desmintiendo una información de apertura de El País.
Bueno, imagínese a El País diciéndole a Sánchez que se jubile. Es más, imagínese a la portavoz del gobierno respondiendo con información a lo que se le pregunta en lugar de sacudir al partido de la oposición.
En España, Yolanda Díaz confirma su "operación descuelgue"
En España, como se vio en la rueda de prensa gubernamental del martes, el mayor rival que le ha surgido al Gobierno es… el Gobierno.
Yolanda Díaz quiso opinar sobre el Supremo y la amnistía aunque nadie le hubiera preguntado y consuma ahora su operación descuelgue negándose a apoyar la reforma legal que el PSOE ha pactado con el PP sobre el Poder Judicial.
Sánchez está en esto con Feijóo y con Yolanda ---qué fue del tándem--- en contra.
Hace una semana la vicepresidenta segunda pretendió convencernos a todos de que ella era parte del acuerdo, porque Bolaños había negociado en nombre del bloque progresista y porque había colocado dos afines a Sumar en la lista de los veinte nuevos vocales.
Ya les dije que Bolaños sólo había negociado en nombre de Sánchez, Sumar ni pincha ni corta.
Hoy se abstendrá en el Congreso porque los cambios pactados por el PSOE y el PP no le parece que democratice suficientemente el poder judicial, vaya por Dios.
El Gobierno dejará tirado al Gobierno.
Y se comprobará, una vez más, que cuando PSOE y PP se ponen de acuerdo en algo, los mohines de Yolanda Díaz son perfectamente irrelevantes.