OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Ciudadanos, en el tercer día después de la votación, juega al despiste"

Que dice Rivera que si quiere usted saber quién va a gobernar su pueblo, o su región, remita su consulta al comité central. Este órgano que ha creado para que los líderes locales tengan claro dónde se van a tomar las decisiones.

Carlos Alsina

Madrid | 29.05.2019 08:16 (Publicado 29.05.2019 08:09)

Autonomía para pactar las autonomías, la justa. Ya pueden salir Igea, en Castilla y León, Daniel Pérez, en Aragón, Isabel Franco, en Murcia, a explicar lo que, según ellos, han dicho los ciudadanos en las urnas que quien va a emitir la traducción oficial naranja de lo que se ha votado en cada sitio es Albert Rivera. Rivera y el comité central, que tiene nombre de novela de Vázquez Montalbán.

Ciudadanos, en el tercer día después de la votación, juega al despiste. La versión oficial dice que la pareja de baile natural es el PP, a quien no se le exige, en principio, nada para concreto para empezar a gobernar en coalición. Ni al PP ni al Vox, el socio necesario que el comité central nunca menciona. Al PSOE, por el contrario, no se le trata ni como interlocutor. No es con el PSOE con quien Rivera se ha abierto a hablar. Es con aquellos candidatos del PSOE, si es que los hay, que estén dispuestos a renegar de su señor Pedro Sánchez. Habla Villegas.

Extraña negociación ésta que le exige a alguien, para hacerle presidente, que deje de ser lo que es. ¡Tudanca, reniega de tu secretario general! ¡Conesa, repudia a quien te ha ayudado a ganar! ¡Lambán, maldice a Sánchez! No una vez sino tres, como San Pedro. Niega al líder y promete combatir, mano a mano con Albert, el sanchismo. Ah, y defiende el 155.

Extraña negociación es ésta que exige una autoflagelación previa de quien ha ganado las elecciones. Lo siguiente será exigir a los diputados nacionales del PSOE de Castilla y León que voten contra la investidura de Sánchez.

Pero fíjense en este fenómeno extraño que se está produciendo: mientras Villegas, el viceRivera, pone condiciones imposibles a sabiendas de que lo son, en el PP andan con un mosqueo notable porque ven a Igea, el nuevo barón castellano naranja, y a Pérez, Ciudadanos Aragón, más dispuestos a pactar con el PSOE que a pactar con ellos.

Pedro Sánchez, martilleando el clavo, sostiene que los votantes han dicho que su partido tiene que liderar los gobiernos regionales. Hombre, presidente: en 2015 ganó el PP en Aragón, en Baleares, en la ciudad de Madrid, ganó UPN en Navarra, y lo que dijo usted es que la mayoría de los votantes habían elegido izquierda.

Sí, es verdad. Quien sostenía entonces que gobernara la lista más votada era el PP. Ha habido cambio de papeles y cambio de doctrinas.

Sánchez está, como todos, en la negociación. Y en no darle a Rivera (su detestado Rivera) excusas para levantar de nuevo el cordón sanitario. Por eso no es previsible que antes del 15 de junio vaya a aclarar del todo el presidente si atenderá el discurso mendicante de su compadre Iglesias y le hará por fin ministro de alguna cosa.

A Podemos el plan de adelgazamiento radical que le han impuesto los votantes lo ha dejado sin músculo.

Pero he aquí otro fenómeno extraño: Sánchez le dice a Podemos que reconsidere lo de exigir ministerios e Iglesias, que ha hecho de ello el estribillo principal de su campaña, ni siquiera le responde.

La pregunta es obligada: ¿cuántas de las declaraciones y posturas que estamos escuchando estos días en líderes de partidos rivales están, en realidad, concertadas?

En el ayuntamiento de Barcelona no es Ciudadanos sino Manuel Valls quien se ha presentado a las elecciones. Y es Manuel Valls quien decide a quien vota como alcalde el día 15. La única opción para que no gobierne la ciudad Esquerra Republicana es que los socialistas voten a Ada Colau. Los socialistas y al menos tres de los seis concejales que ha obtenido la plataforma de Valls.

Hoy empieza el cortejo en Barcelona. El ganador se reúne con la alcaldesa saliente. Los dos de izquierdas y los dos a favor de la autodeterminación, como dijo, alentando el pacto, Joan Tardá.

Si los dos son de izquierdas, los dos están por la autodeterminación y no son capaces de ponerse de acuerdo, que les dén. Hombre, tiene razón en que Colau es más afín a Esquerra, en lo que hace a la integridad territorial de España, que al PSC. Pero con quien estuvo gobernando Colau hasta el 155 fue con el PSC. Y ella sostiene que su proyecto de ciudad tiene poco que ver con el de Maragall y menos aún con el de Junts per Cataluña, los puigdemones a los que Maragall quiere meter en su gobierno porque para algo predican, como él, que las calles de Cataluña siempre serán suyas.

Carlos Carrizosa, sustituto de Arrimadas en el Parlamento de Cataluña, celebró ayer en público la cornada que se ha llevado Carles Puigdemont en Estrasburgo (en el tribunal, no en el Parlamento). Puigdemont, Forcadell y todo el rodillo independentista que pasó por encima de los derechos de la oposición en la legislatura de la infamia. El bulldozer indepe que lo mismo aprobaba leyes inconstitucionales sin permitir a la oposición ni enmendarlas (septiembre del 17) que convocaba plenos para dar apariencia de mandato popular al referéndum ilícito cuyo escrutinio proclamó Turull —en la sede de Mediapro— como si fuera la encarnación misma de la democracia.

En aquellos días pasaron muchas cosas y cuesta creer que de verdad pasaran. Habrá que jurar que sucedió, como dice el libro de Rafa Latorre. Primero se aprobó una ley inconstitucional para dar apariencia de legalidad (o blanquear) la convocatoria del referéndum. Luego se celebró la consulta a sabiendas de que estaba suspendida. Después la señora Forcadell, delegada de la pareja Puigdemont-Junqueras en el Parlament, convocó un pleno, al amparo de la ley inconstitucional y tras el referéndum ilícito, para fingir que el Parlamento bendecía el resultado y obraba en consecuencia (de nuevo blanqueando la embestida). La oposición acudió al Constitucional y éste, en coherencia, suspendió el pleno.

Ahí se rasgó las vestiduras y lo que no son las vestiduras la señora Forcadell. Porque el malvado Constitucional atentaba contra los derechos fundamentales de sus señorías y bla bla bla. ‘Recurriremos a Estrasburgo’, dijeron. Y, en efecto, recurrieron. Ahora ha llegado la respuesta: ni se vulneraron los derechos fundamentales de nadie, ni hay nada que objetar al Tribunal Constitucional. No sólo eso. Dice que que era necesario lo que hizo para proteger los derechos de los ciudadanos y que existía una necesidad social imperiosa.

Desolación en la bancada independentista y alivio entre los jueces. Es la primera alegría que recibe la justicia española de un tribunal no español: acuérdese de que Alemania no nos quiso entregar a Puigdemont para juzgarlo por rebelión, que en Bélgica no atendieron la euroorden, que en Escocia sigue tan tranquila la señora Ponsatí.

Están a tuitazo limpio dos de los abogados estrella de los independentistas: Van der Eynden y Gonzalo Boyé. Porque este recurso, mal fundado y mal escrito, lo presentó el primero y el segundo presumía hasta ahora de que todos los recursos presentados ante tribunales de fuera se habían ganado. Siempre hay una primera vez para perder. Aunque sea en una cuestión relevante pero no crucial para la causa. Lo crucial sigue siendo si hubo rebelión, o sedición, y si Puigdemont será alguna vez juzgado por ello.