La operación descabalgamiento que ha ejecutado Pedro Sánchez empezó a desencadenarse en el mismo momento en que el secretario general asumió que Gómez no iba a ceder el cartel electoral al ex ministro. Tú no entregas la candidatura, yo te relevo del cargo. Colocado ante la disyuntiva de renunciar a Gabilondo o desencadenar un terremoto en el partido, Sánchez optó por lo segundo. Qué pasa si ahora va Gabilondo y se raja. O cómo de firme es el compromiso que han alcanzado, de palabra, el ex ministro y el secretario general del PSOE.
A Gabilondo ya hay gente intentando comerle la oreja para que se quite de en medio. En estas condiciones no te conviene, te van a hacer la vida imposible, librar una campaña no es como dar clase, vas a tener a medio partido en contra. La versión oficial, como sabemos, dice que no hay nada cerrado porque antes tiene que hablar la militancia. Anoche nos lo dijo aquí Simancas esforzándose en que pareciera que hablaba en serio. A ver, militantes, hemos quitado a un candidato que era malo para daros la oportunidad a vosotros de que escojáis otro que no parezca aún peor. No parece. Se van a cubrir las apariencias dejando que pasen unos días antes de proclamar la buenanueva, pero nadie en Ferraz contempla una hipótesis distinta a la designación de Gabilondo.
Como nadie en Ferraz ignora que Tomás Gómez hará cuanto esté en su mano para mecer la cuna. Mientras fue secretario general del PSOE de Madrid no quiso ni oír hablar de que el candidato fuera otro, pero ahora que ya no lo es entona el discurso de la humildad y dice que si el problema es él, se va. “Si el problema soy yo, me voy”, dijo aquél al que ya habían ido. Reclama primarias para elegir al nuevo candidato (aunque Simancas diga que es que no da tiempo todo el mundo sabe que no se trata de eso) y abra una carrera paralela por el cargo orgánico, la secretaría general del partido en Madrid que habrá de resolverse, allá por el verano, en un congreso extraordinario. Carmona, el superviviente, ya aspira al cargo.
Tomando posiciones unos y otros para la batalla final que habrá de librarse no en las autonómicas de mayo sino justo después, cuando recién pasado el examen (aprobado o suspendido, lo veremos) se abra proceso en el PSOE para elegir candidato a las generales. O se abra proceso, según como vayan la cosas, para hacerle beber a Sánchez la misma medicina que él ha aplicado a Gómez, el descabalgamiento. Entre medias, Susana, animada por la victoria que hoy mismo le anticipan las encuestas y tomando nota de los encendidos elogios que le dispensa Carme Chacón, alineada con el susanismo triunfante en el PSOE andaluz y el tomasismo resistente en el PSOE madrileño.
Aquí cada cual piensa, en primer lugar, en su propia carrera política y sus propias aspiraciones. Que en unos casos pasan por ganar elecciones y en otros, porque los adversarios las pierdan. Nunca una sucesión de campañas electorales reunió tantos elementos distintos (no sólo en el PSOE) para determinar el futuro inmediato de tantas formaciones políticas. Quién sabe si el primer damnificado de la caída de Tomás Gómez no acabará siendo Ignacio González, presidente autonómico del PP que aún no ha sido confirmado como candidato. Sí lo ha sido hoy Cospedal, sí lo ha sido Rudi, sí lo ha sido Juan Vicente Herrera,sí lo ha sido Ignacio Diego. No lo ha sido aún (o quizá es que no va a serlo) Ignacio González.
Notoriedad, desde luego, van a tener PSOE y PP en la campaña electoral de las madrileñas sin necesidad de hacer ningún esfuerzo. Hablarse se va a hablar, mucho, de los candidatos sean quiénes sean.
Las campañas, tradicionalmente en España, han sido no sólo el momento más fértil para que se aireen trapos sucios sino también la madre de todas las financiaciones irregulares. Ha sido en las campañas cuando los partidos, deseosos de tener más vallas que el partido de enfrente y hacer mítines más grandes, han jugado a burlar la ley en la confianza de que nadie metiera la nariz en una práctica que conocían todos. Cuando empezó la investigación de la Gürteluno de los estribillos favoritos de la dirigencia del PP -Cospedal lo recordará seguro- era éste: “Lo jueces ya han dejado claro que no hubo financiación ilegal”. Que era la forma de decir: habrá habido corrupción, pero no es Filesa. Filesa: la financiación irregular del PSOE que denunció aquel contable y que consistía en ingresar dinero de empresarios justificándolo con facturas falsas. O sea, lo mismo que el fiscal atribuye en su escrito de petición de penas de hoy a unos cuantos dirigentes del PP valenciano. Por supuesto no era el partido el que emitía las facturas falsas.
Lo que hacía el partido era indicarle al organizador del mítin a quien debía cobrar la mitad del mismo. “Para obtener mayor despliegue en el proceso electoral”, dice la fiscalía “los acusados contrataron servicios a Orange Market que se abonaron en parte en efectivo y en parte a través de terceros”. Que significa que si el partido quería hacer un mítin en un gran recinto y no le daba el presupuesto de campaña (el oficial) para tanto gasto, se le decía al Bigotes algo parecido a esto: la mitad te lo paga el partido y la otra mitad te la paga este empresario amigo de la causa. Factúrale a él por cualquier supuesto servicio que se te ocurra y santas pascuas. La forma de oficializar el pago por un falso servicio que nunca existió era un factura, por supuesto, igualmente falsa. Y como siempre la treta tiene segunda parte: por muy amigo de la causa que fuera el empresario, qué interés iba a tener en poner su dinero para pagar un mítin, o unas vallas. Dicho de otra forma: por qué es tan amigo de la causa. Dice la fiscalía: “la trama de Correa y un grupo de empresarios valencianos eran todos beneficiarios de contratos de la administración pública”. Ésta es la contrapartida. Dile al empresario que necesitamos veinte mil boniatos y que ya se lo compensaremos con algun contrato (público, se entiende).
El fiscal pide cárcel para Vicente Rambla y Ricardo Costa, entre otros dirigentes (ex dirigentes) del PP. Y para Correa, Crespo, Pérez (los gürtel) y los hermanos Pons, los Berna, Gimeno, Ortiz y Batalla. Por delito electoral (financiación del partido) y falsedad documental (las facturas falsas).
Campañas electorales en España. Ahí sí que hay sombras. Ríete tú de las de Grey.