Monólogo de Alsina: "Amancio Ortega ha entendido dónde estamos antes que muchos gobiernos"
Diario de la pandemia. 19 de marzo. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.
Madrid |
· Me han escrito una carta. Para contarme que se han cerrado los ojos azules más bonitos de Madrid. Los tenía una mujer que vino al mundo en medio de una guerra y que en medio de esta guerra extraña de ahora, se ha ido. 'Para el mundo será sólo un número más de esta trágica pandemia', me dice la nieta, 'pero para mí era mi abuela'. La abuela peque. 'La adversidad, como habéis dicho en la radio, nos desnuda. Recordaremos estos días como un mal sueño que nos reveló nuestra fragilidad. Y heridos y dañados saldremos de esta. Hoy el cielo de Madrid, con mi abuela allí, aún me parece más bonito'.
· Me dice Alicia que han llegado más de cien cartas de oyentes. Algunas para el programa. La mayoría, para que a través del programa las hagamos llegar a Cristina, la médico que ha puesto en marcha 'Cartas con alma' para los enfermos que están en aislamento.
· Me he enterado de que Asun ha hecho una amiga. En China. La amiga siempre ha vivido allí y Asun siempre ha vidido aquí. Llevan cinco años escribiéndose mails por razones comerciales. Lo justo para hablar de productos, envíos y pedidos. Todo lo que sabían la una de la otra eran sus nombres, Asun y Betty. Pero cuando empezó lo del coronavirus en China Asun le preguntó a su interlocutora qué tal estaba. La primera vez que le hacía una pregunta personal. Y así supo que tiene 34 años, que está casada, un niño y una niña, y que vive a cuatrocientos kilómetros de Wuhan. Una persona dulce y encantadora. Ahora que el virus lo tenemos aquí, Betty se ha interesado por saber cómo lleva la cuarentena Asun y han quedado en que cuando esto termine, tienen que visitarse la una a la otra, conocer China, conocer España y pasar unos días en la casa de la amiga.
· Latorre ha descubierto unos dibujos animados que se llaman 'In the night garden'. Bueno, aquí son 'El jardín de los sueños', pero es que Latorre los dibujos los dice siempre en inglés. Cuenta que son dibujos adictivos. Aunque yo, a lo que me he quedado pegado es al vídeo de su niña que, confinada, ha aprendido a sostenerse de pie y ¡ha dado sus primeros pasos! Es una fiesta ver a Blanca mover los pies, así, hacia un lado, sin perder la verticalidad. Mientras la madre lo festeja como si acabara de acertar el bonoloto y el padre, más comedido, graba. Yo creo que la niña ha aprendido rápido a caminar sola para salir huyendo en cuanto se levante la cuarentena, porque tener a los padres encima de ti todo el día, que si venga, que si vuelve a hacerlo, que si no te caigas que me duelen los riñones, es causa justficada de salir corriendo. Esto no se lo digo a Rafa para no distraerle, porque está absorto viendo los dibujos ‘In the garden no sé qué’.
· Esther tiene una vecina que es geriatra. Ha estado hablando con ella y me cuenta cosas. Cada día es un mundo en el hospital. Cada día es una vida entera. Los mayores, aunque los llamemos así, no son fotocopias los unos de los otros. Cada mayor es distinto y tiene sus propias necesidades. Hay gente de ochenta años que parece de sesenta y gente que con setenta depende de otra persona para todo. Esto es lo que ya no está pudiendo hacer el sistema: dar a cada mayor un trato diferenciado. Se ha intentado que los mayores que están en residencias no tuvieran que ir a los hospitales, pero en muchas residencias, como estamos viendo, no hay medios ni tratamientos para atenderles cuando enferman. Soy incapaz de ponerme en la piel, en tu piel, que tienes a tu madre, o tu abuelo, en una residencia y escuchas en la radio que hay centros donde los viejos se están muriendo.
· Hay momentos del día en que creo que se entienden mejor las emociones que las palabras. Se le rompió la voz a Javier Marión, que es médico de familia y ejerce de director del servicio aragonés de salud. Cuando estaba dando noticia de un alivio.
· Estoy con Nacho Cardero en que Amancio Ortega ha entendido dónde estamos antes que muchos gobiernos. Ha entendido que el mundo se nos viene encima y han de ser convocadas, e involucradas, todas las empresas a la acción nacional contra la epidemia. Creo que en lo único en que se parece esto de ahora a la guerra es en que hay que poner las fábricas de material sanitario a pleno rendimiento. Reconvertir toda factoría que se pueda en una máquina de producir batas y mascarillas, y kits para hacer el test, y echando el resto en el ingenio del personal ingeniero, respiradores que sirvan para salvar, al menos, situaciones de emergencia.
· No me dijo nada el discurso del rey, y bien que lo lamento. Si eres el último en presentarte ante la opinión pública conviene que digas algo distinto, o algo mejor, que lo que han dicho quienes hablaron antes que tú. De otra manera, tu mensaje se pierde.
No encontré nada nuevo en el discurso. Ni nada mejor dicho. Intuyo que calan poco las frases categóricas: ‘venceremos al virus’, ‘seremos más fuertes’, cosas así. No comparto que haya que llamar a la gente a resistir (que me perdone el Duo Diámico), hay que llamar a actuar, acción, cada uno en lo que le toque.
· Me pongo en la piel de los escritores de discursos y les entiendo. Los gobernantes encargan textos para informar y alentar a los ciudadanos. Prepárame un discurso para una emergencia histórica. Y hacen lo que haría yo: ir a beber en los discursos más aplaudidos de todos los tiempos. Churchill está siendo exprimido como nunca antes. Estamos emulando a Churhill por encima de nuestras posibilidades. Les sale a todos la comparación con una guerra. Las expresiones bélicas: el combate contra el virus, el estamos en guerra, el lo derrotaremos. Hacen lo que está en su mano para insuflarnos ánimo. El problema es que en la guerra de
verdad la victoria pasar por movilizar al país, y en ésta, por desmovilizarlo. Churchill podía sacar a los británicos de sus casas, a los marineros de los puertos, para acudir a la ofensiva o al rescate. Sánchez, como Macron, o como Trump, tiene que obligarnos a quedarnos quietos en casa.
El enemigo en las guerras de antes, a las que corresponden los discursos que hoy se emulan, era tan parecido a nosotros que éramos nosotros mismos. Seres humanos armados contra seres humanos con armas. Matándonos ambos. Esto de ahora tiene como enemigo a un patógeno que ni siquiera merece el nombre de ser vivo. No hay frente definido, no hay movimiento de tropas, no hay mando enemigo con el que poder negociar un armisticio.
Habrá que inventar discursos nuevos cuando las palabras que aprendimos, con las que crecimos, las palabras que fuimos, se nos vayan desgastando a todos.
· Oigo a Rufián en el Congreso poniendo a parir al gobierno por su ceguera...y caigo en la cuenta de que gobierno es él. Que es su partido quien gobierna, encamado con Torra, Cataluña. Ya era gobierno, y autogobierno en materia sanitaria, cuando el 12 de febrero hizo todo lo posible por que no se suspendiera el Mobile. O cuando el 28 de febrero, con Francia desaconsejando concentraciones multitudinarias, el gobierno catalán se fue de romería a Perpiñán a abrazarse con Puigdemont, Comín y Ponsatí. La guasona Ponsatí. Rufián de todo eso no dice una palabra. Y no será, pienso para mí, porque no le guste mirarse en el espejo. (Yo diría que sí le gusta).
· Tengo la impresión de que los dirigentes políticos (Sánchez, Casado, Espinosa, Echenique) se esfuerzan en reconvertirse ellos mismos. Dejar atrás las plantillas que hasta hoy usaban para la gresca política y empezar a ser algo distinto. Cuesta abandonar las inercias. Aún les resulta más fácil decir a los otros lo que deben hacer ---abandonen el ruido, tengan altura--, o presumir de lo que ellos no harán –-no caeré en la tentación de decirle ahora lo que pienso de usted, esto es la patria, esto no lo es— que explicar lo que ellos hacen, o están dispuestos a hacer, en una situación (endemoniada) como ésta. ‘Estoy es lo que soy, de esto dispongo, esto es lo que yo sé hacer, para esto me ofrezco’. Les cuesta a los políticos romper con las inercias y nos cuesta a nosotros –-lo sé, lo noto— nos cuesta a los periodistas. ‘Esto es lo que soy, esto lo que sé hacer, para esto me ofrezco’.
· En la España en cuarentena se ha hecho viral Judy Garland. Con trenzas, lazo en el pelo y los zapatos rojos rubí de Dorothy en ‘El Mago de Oz’. Ese momento en que la bruja buena del norte le dice que golpee tres veces sus talones y tres veces se repita a sí misma que...y así puede volver a Kansas, o sea, a casa, que es donde mejor se está sobre todo cuando ahí fuera hay un virus. Sé de casas que estos días ya parecen Kansas, todos patas arriba consecuencia del tornado adolescente que las asola.
· He visto el tuit de José Carlos, que cumple diecinueve días de hospital y que ayer volvió a dar positivo. ‘No negaré que duele la noticia’, dice, ‘pero no he llegado al día 19 para bajar los brazos ahora’. Y comparte el cachito de papel que le han dejado las enfermeras con la merienda. Dice: ‘Sonríe, que todo llegará’. (Y que aproveche. La merienda).
Todo llegará.
Este año, al menos, no podremos volver a perder Eurovisión.
Todo llegará.
Y nos calzaremos los zapatos rojos rubí, de Callaghan, por supuesto, para salir a pasear por el camino de baldosas amarillas, apretaditos y tocándonos mucho, mientras cantamos no el ‘Over de Rainbow’ sino esta otra canción que no has podido evitar que se te pegue tanto que ya te sientes cada mañana, al canturrearla, como lo que eres: miembro de este grupo de personas que escuchan un programa de radio (qué bien hicimos en llamarlo Más de Uno) y se vienen arriba con tres palabras en italiano. Golpea tus talones mientras las dices. Vamos a ello: Facciamo. Finta. Che.
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