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Alsina señala la anomalía del juicio al fiscal general: "Ver a la Abogacía del Estado cuestionando el trabajo de la UCO"

El periodista ha hecho un repaso de las conclusiones que deja el procedimiento, del que también ha destacado la división mediática con "verbos y frases que transmiten tomas de posición previas".

Carlos Alsina

Madrid |

Monólogo de Alsina, en Más de uno

La de hoy es muy conocida. El calambur. Historia que se atribuye a Francisco de Quevedo, que antes de ser un personaje de las novelas de Alatriste fue escritor, polemista y celebrity de hace cuatrocientos años. La pluma más satírica y venenosa que ha existido desde que el mundo es mundo, parafraseando a Lope de Vega.

Quevedo, aparte de escritor portentoso, era portentoso impertinente y portentoso faltón. Habría estado en su salsa en el debate público de la España de ahora; no por la altura del debate, sino por el éxito que tienen los faltones y los pendencieros sin necesidad de acreditar, ni de tener, a diferencia de Quevedo, el más mínimo talento.

Cuentan que el escritor hizo una apuesta con sus amigos -o amigotes, no sé-: les dijo: soy el único capaz de llamar coja a la reina en toda su cara. La reina no se llamaba coja sino Isabel, que es nombre muy de reina española (aunque ella era francesa), como Felipe es nombre de rey francés y español: su esposo, en concreto, era Felipe IV (llevaban prometidos desde los seis años).

La reina padecía de una leve cojera -sufren mucho de los pies nuestras reinas- y no era de su agrado que el personal se lo andara recordando. Quevedo, impertinente, vio en la incomodidad de la reina terreno fértil para exhibir su ingenio. Personado en palacio, que aún era alcázar, se acercó a la reina portando, en una mano un clavel blanco, en la otra una rosa roja. Y mirándole a los ojos con cara mansa (y quizá con anteojos) le dijo: "Entre el clavel y la rosa, su majestad es coja". El calambur. Ay de una frase como una sílaba se corra.

Miriam Nogueras, que gusta de parecer impertinente y, a menudo, es faltona, carece del ingenio de Quevedo y nunca se acercaría a una reina española porque, a seiscientos kiómetros de distancia, ya siente que le salen ronchas (las famosas ronchas anti borbónicas). Pero ayer bien podría haberle dicho a Sánchez: entre las elecciones y la moción de censura, su señoría escoja. O su señoría es cojo, que es un poco el estribillo de Junts en esta agonía a perpetuidad de la legislatura, que el presidente se ha quedado cojo porque sin la bota de tacón que le prestó el de Waterloo para la investidura está condenado a ir por el mundo tambaleándose.

Pero es por Nogueras, ni por el pato cojo, por lo que hoy me he acordado de Quevedo. Es por el fiscal general del Estado y su argumento definitivo para justificar que él, personalísimamente, incluyera en una nota de prensa frases entrecomilladas del correo confidencial de un abogado.

Las filtraciones previas que se han producido a la prensa, lejos de ser motivo de preocupación para el fiscal, o de producirle rechazo, son una razón para ser él quien las incluya en su nota. Sin entrecomillados confidenciales, se quedaba coja. Sirva como respuesta, francamente discutible, a la razón que ofreció, a su vez, el decano del Colegio de Abogados para denunciar la nota en cuestión y protestarle formalmente a la fiscalía.

Suena razonable lo que dice el decano: para desmentir una intoxicación solo hay que sacar una nota que diga que la intoxicación es eso, una falsedad, y que el pacto de conformidad ha de ser propuesto por el abogado del denunciado, no por la fiscalía. Pero Álvaro García Ortiz alega que la nota, planteada así, se le quedaba corta. "Entre la intoxicación y el sigilo, la nota es coja".

Admitamos que el argumento, más que de ciencia jurídica es de ciencia mediática; más que de jefe de fiscales, de redactor jefe. Puede que, después de todo, debiera haber sido acusado de intrusismo por el sindicato de trabajadores de los gabinetes de prensa. Y, en caso de que acabara dimitiendo, siempre podría en alguna escuela de periodismo donde impartan comunicación institucional, que es la forma elegante de llamar a escribir comunicados.

Ser el jefe de los fiscales de España y ponerte tú, personalmente, a hacer el trabajo que corresponde al redactor contratado de un gabinete de comunicación provincial no es delito, sólo faltaba, pero llamativo sí resulta. Como si Pedro Sánchez se ocupara de redactar una nota de prensa del ministerio de Transportes, pongo por caso.

Ocurre con Álvaro García Ortiz, inocente mientras no se demuestre lo contario, que acostumbra a justificarse explicando no tanto lo que ha hecho como lo que podría haber hecho si hubiera querido. Hace ahora un año chirrió esta declaración que le hizo a Fortes.

"Tengo información de sobra para filtrar y hacer daño político", cielos. Ay, si yo quisiera, qué no filtraría. Ayer hizo algo parecido al exponer que, si él hubiera querido, habría podido incluir en su nota de prensa (suya, suyísima) las ocho páginas del documento anexo del abogado Neira. O el famoso adverbio 'ciertamente' con el que este admitía que se habían cometido dos delitos fiscales, o la situación sentimental del contribuyente González Amador, de quien evitó mencionar que era el novio de Ayuso.

Ay, si yo quisiera, qué no filtraría

Lejos de querer perjudicar a la defensa de González Amador y a Amador mismo, el Fiscal-Redactor General del Estado aún le hizo algún favor a él y a su novia. Y así le pagan.

El turno es ya para los sietes jueces del Supremo

El juicio terminó. Y transcurridos veinte meses desde las filtraciones y la nota, el turno es, ya, para los siete magistrados que han de fundamentar jurídicamente si el primer fiscal general de nuestra historia procesado como presunto autor de un delito es condenado o es absuelto. A sabiendas de que, lo fundamenten como lo fundamenten, quien ya decidió que es inocente no se dejará convencer de lo contrario y quien ya decidió que es culpable no aceptará que la realidad pueda ser distinta.

Puede que el resultado del marcador anime a alguien a revisar su punto de vista previo -si hay unanimidad, por ejemplo, siete de siete a favor o en contra de la asolución-, pero viendo cómo ha ido el debate público en los meses previos, y en los días de juicio, no parece que nada vaya a cambiar.

Se han repetido en los títulos de prensa y en los análisis de estas dos semanas verbos como acorrala, desmonta, apuntilla, destroza. "La UCO acorrala al fiscal", "la abogada del Estado desmonta a la UCO", "la testigo apuntilla al acusado", "los testigos desarman a las acusaciones", "la UCO destruye el relato del procesado". Y así (casi) todo.

Verbos y frases que transmiten, más que información, o interpretación, tomas de posición previas. Si yo he decidido, por mi cuenta, que el acusado es culpable, el testimonio de los periodistas no vale nada y el de Lastra y la UCO es demoledor. Pero si he decidido, por mi cuenta, que García Ortiz es inocente, el testimonio de la UCO es insolvente, Lastra es una renegada y los periodistas merecen una calle con su nombre. Una cada uno.

Verbos y frases que transmiten, más que información, o interpretación, tomas de posición previas

El juicio ha hecho posible una anomalía más en la España-Sánchez de las anomalías normalizadas: ver a la abogacía del Estado y la fiscalía cuestionando el trabajo de la UCO y el criterio de sus investigadores. En cualquier otro juicio probablemente se habrían basado en la UCO para fundamentar sus acusaciones. En éste, tenían que dinamitar la credibilidad de los investgadores y a ello, con denuedo, se entregaron.

"Una anomalía más en la España-Sánchez: ver a la abogacía del Estado y la fiscalía cuestionando el trabajo de la UCO"

Por lo demás, quedó constatada la falta de interés de los políticos testigos en ninguna duda. El paradigma fue la desmemoria de Pilar Sánchez Acera (sé que me lo envió un periodista que hace información regional pero no recuerdo quién) o el desahogo de Miguel Ángel Rodríguez (soy periodista, peino canas y hago deducciones).

Quedó constatado el interés personalísimo del fiscal general del Estado en el caso. Atento, aquella noche, no sólo a lo que publicaba El Mundo y recogían otros medios, no sólo a la repercusión en las redes, sino a lo que el periodista Urreiztieta contaba en la tertulia nocturna de EsRadio. El fiscal general obligado a defender el honor de sus fiscales.

Cabe preguntarse cuántas notas de prensa redactó, en los tres años y medio que cumple de fiscal general, para rebatir informaciones falsas que cuestionaran el trabajo de algún fiscal. ¿Decenas de notas, más de una, sólo ésta? ¿No sintió la necesidad de redactar nota alguna cuando, siendo mano derecha de Dolores Delgado, fue acusado el fiscal anticorrupción Stampa de conchabarse con una abogada de Podemos y revelarle información confidencial de la fiscalía? ¿Qué tenía el caso Amador que le hizo asumir un papel tan preeminente?

Así como los periodistas que declaran haber tenido en su poder el correo del abogado demoraron su difusión porque necesitaban del permiso de su fuente, el fiscal general no tuvo que pedir permiso a nadie para difundir él entrecomillados porque en su caso, y en el caso de la nota, su fuente era él mismo. Y ha quedado constatado, en fin, el valor que otorga a la jerarquía.

La nota que redacta fiscalía general pero se hace pasar por fiscalía de Madrid ordenando a la fiscal jefe y a su encargado de prensa que la difundan aunque no la compartan. Y lo inverosímil que le resulta a García Ortiz que una fiscal jefe pueda haberle dicho "lo habéis filtrado vosotros" porque la subordinada no puede dirigirse a su jefe en esos términos tan poco protocolarios.

Qué otra cosa puede ser Almudena Lastra, testigo de cargo, sino una profesional frustrada porque otros han llegado más alto que ella. Frustrada, vengativa y fantasiosa. Es la fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y así es como defiende su honor el jefe que ayer sostuvo que está en la obligación de defender el honor de los fiscales.

Fue aquí, hace más de dos años, donde Álvaro García Ortiz sostuvo que el fiscal general en España acumula demasiado poder, tanto que su criterio prevalece sobre el de cualquier otro miembro u órgano del ministerio fiscal. Y fue aquí donde sostuvo que sería bueno cambiar eso para que su poder, y su capacidad de control, no fuera tan acusado. Ignoro si, a la vista de lo ocurrido, seguirá pensando lo mismo el acusado.

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