Buenos días, Carlos,
Dicen que ayer hubo un debate. Así al menos lo venimos llamando. Pero la gente que pusiera la tele para ver lo que pasaba en el Senado, esa gente, pudo pasarse una hora de equívoco creyendo que aquello se trataba de un monólogo, otro, del presidente Sánchez.
Todavía habrá que darle las gracias por no haberse extendido más aprovechando que el presidente no tiene límite de tiempo. ¿Y para qué necesitaba Sánchez extenderse tanto? ¿Para explicarnos cómo está el país entre tanta incertidumbre y cómo va a gestionarlo mejor? Qué va. Eso lo finiquitó rápido. Luego se dedicó, fundamentalmente, a haceroposición al líder de la oposición.
Parece que el Sánchez que no remonta en las encuestas ya no tiene tanta fe en mejorar la percepción que de él tienen los ciudadanos como en empeorar la que los ciudadanos tienen de Feijóo. Pero que el presidente Sánchez ponga tanto empeño, tantos minutos, en desacreditar al rival puede tener un efecto paradójico, el de hacer que el de Génova parezca más relevante de lo que hoy es en la política española. Y más presidenciable. Ni que Feijóo estuviera gestionando algo más que sus expectativas.
Solo un ciudadano que viera el debate íntegro, no sé si alguno habrá que lo hiciera voluntariamente, aguantó para ver las breves réplicas de Feijóo. Pero la mayoría de la gente los ve a ambos en los resúmenes televisivos, que por suerte para Feijóo no se hacen a escala real. Habló tanto Sánchez sobre Feijóo que da un poco igual que luego él hablara tan poco. El presidente lo convirtió en el protagonista indiscutible. Como si en vez de una guerra, una crisis de energía y una inflación galopante solo tuviéramos una precampaña.
¿Moraleja?
Un presidente más preocupado por la oposición que por el país no parece lo más prudente.
