Hoy, día de San Atanasio, en la capital del Reino se celebra el levantamiento contra los franceses y una semifinal de Champions que nos tiene casi tan firmes como hace 209 años. Lo que no se puede decir es que nos pilla de sorpresa. Será la cuarta vez en cuatro años que Atlético y Real Madrid se crucen camino de la gloria y sobre el balance no hace falta incidir mucho. Los madridistas siempre han hecho valer su romance con el torneo y los atléticos todavía no hemos superado la maldición que nos lanzó Schwarzenbeck hace 43 años.
Pero si algo ha conseguido Simeone es liberar a la afición de la pesadumbre de tiempos pasados. Les curó todas las pupas. Antes al Atleti le podía ocurrir todo lo malo y ahora están preparados para que les suceda todo lo bueno. Al Madrid le avalan los antecedentes, los últimos y los remotos. Bernabéu se inventó esta competición y el club no traiciona su memoria.
Sin embargo, mi sensación es que nadie se siente seguro, ni el asaltante ni el defensor. El Real Madrid ha hecho un llamamiento para que el estadio esté lleno 45 minutos antes del partido. La guerra psicológica ya está en marcha: Simeone confía en que el árbitro pase inadvertido y Zidane rechaza el papel de favorito. En cuanto el balón se ponga en juego sabremos si la historia es cambiante o inamovible. Lo que no se puede descartar, doscientos años después del heroico levantamiento, es que esto lo decida un francés.