Historia de una sospecha: la muerte de Zola
Era el escritor más célebre del momento y murió en extrañas circunstancias, tiempo después de que acusase de racismo al presidente de la República y al ejército.
Las autoridades calificaron lo ocurrido como un desafortunado accidente. Los hechos que les vamos contar sucedieron en París, en el número 21 de la Rue de Bruxelles. Sabemos que horas antes a la muerte de Zola, él y su esposa Alexandrine, habían regresado a su domicilio después de haber pasado unos días en su casa de campo. Estaba comenzando el otoño y hacía frío, así que nada más llegar encendieron la chimenea que estaba en un salón contiguo a la habitación donde dormían. Durante la noche se sintieron mal, los dos pero particularmente Alexandrine, quien pensó en llamar a los sirvientes, aunque Zola le dijo que si descansaban a la mañana se sentirían mejor y estarían recuperados.
A la mañana siguiente, a las nueve en punto, los sirvientes llamaron a la habitación. Algo raro sucedía, era extraño que ninguno de los dos hubiera salido del dormitorio a esa hora. Cuando abrieron el cuarto encontraron a Zola tendido en el suelo cerca de la ventana. Fue lo último que hizo durante aquella madrugada agónica: trató de abrir la ventana para poder respirar. Alexandrine yacía inconsciente en la cama.
Zola murió a los 62 años a causa de una intoxicación con monóxido de carbono por una chimenea -supuestamente- mal ventilada. Su esposa sobrevivió. Aunque fue la amante de Zola quien denunció que aquello había sido una asesinato premeditado. Una mujer llamada Jeanne Rozerot denunció una conspiración para matar al escritor. Y aunque hubo una investigación, y aunque la chimenea se revisó, la versión oficial concluyó que aquella chimenea no se había limpiado bien.
Cementerio de Montmartre. Fue allí donde -en principio- se enterró el autor de Germinal. El 5 de octubre de 1902, cerca de 50.000 personas asistieron a la despedida del escritor. Los soldados presentaron armas cuando pasó el coche fúnebre. Y fue otro escritor, Anatole France, el encargado de pronunciar un discurso de homenaje. En aquellas palabras, France dijo que Zola fue un instante de la conciencia humana. Al entierro también asistió, Alfred Dreyfus, el hombre por el que Zola había sacado la cara ante la injusticia que con Dreyffus se estaba cometiendo.
Seis años después, los restos de Zola fueron exhumados y trasladados al Panteón de París, al enclave de mayor honor de toda Francia, sus huesos fueron introducidos en una cripta donde también están Víctor Hugo y Alejandro Dumas. Pero durante el traslado de los huesos de Zola, en París se formó un gran revuelo. Muchos nacionalistas enfurecidos trataron de detener el coche fúnebre para que no llegara al Panteón, aunque fueron contenidos por la policía. A la ceremonia asistieron Alexandrine, su esposa; Jeanne, su amante; y, cómo no, Alfred Dreyfus. La tensión llegó a tal punto que un periodista, uno llamado Louis Gregori, trató de asesinar a Dreyfus con dos disparos. Sin embargo, Gregori pudo ser arrestado antes de que siguiera disparando. Dreyfus solo sufrió una herida leve en un brazo.
Casi medio siglo después de aquellos acontecimientos, en 1953, el diario Libération, publicó que Emile Zola murió asesinado. La investigación la firmaba el periodista Jean Borel. La información se fundamentaba en la confesión de alguien llamado Henri Buronfosse, de oficio deshollinador. Aquel tipo estuvo arreglando el tejado de los vecinos de Zola y relató que hubo una maniobra para bloquear la chimenea y desbloquearla después, antes de que se descubriera el daño causado por el monóxido de carbono. Incluso antes de aquella confesión el inspector de policía que acometió la investigación reveló que él mismo sospechó que se trataba un chimenea que no pudo probar. Hay razones para pensar que Zola fue asesinado, lo que no hay es ninguna prueba concluyente. Sólo testimonios y una enorme sospecha.