"Es una buena oportunidad para ayudar a esta gente que no tiene nada, porque yo pasé por lo mismo", cuenta Amani, que escapó de la pobreza en Eitrea, su país, en 2001. Su viaje le llevó a Sudán y al desierto libio, antes de intentar cruzar el mediterráneo en una barcaza hacia Europa, pero tuvo que regresar a Libia e intentarlo una segunda vez, en esta ocasión con éxito alcanzando las costas de Italia junto a cientos de compañeros eritreos en busca de asilo. Nunca olvidará lo duro que fue el viaje.
"nos pidieron los billetes en el tren, pero nadie los tenía. Así que tuvimos que bajarnos y esperar a otro durante horas para pasar después a vivir en la calle", recuerda.
15 años después, Amani es un ciudadano británico. Vive y trabaja en Suecia con su familia y se está preparando para sacarse una carrera mientras trabaja como mediador y traductor entre los inmigrantes y las personas que los rescatan.
"Siento mucha pena al ver a esta gente arriesgando su vida pero puedo entenderles. Como eritreo, haría lo mismo porque en mi país no hay ningún futuro así que correría el riesgo tanto si es para morir como si es para conseguir una vida mejor" dice Amani, que añade la importancia de que estas personas sepan que se trata de un viaje extremadamente peligroso en el que se pierden miles de vidas.