EN LA BRÚJULA

La carta de Ónega: "Las coplas de Yolanda Díaz con la enfermedad del miedo"

Y buenas noches a mi apreciada paisana y, sin embargo, ministra, doña Yolanda Díaz. ¡Ay, cómo anduvo usted en coplas este jueves! Casi se habló más de usted que de Corinna, que es el auténtico coronavirus que anda por ahí. Y fue por lo que venimos comentando todo el día: porque, al parecer, fue usted el toro que mató a Manolete.

ondacero.es

Madrid |

O algo muchísimo peor que matar a Manolete: fue la actriz discordante en la representación oficial de la enfermedad del miedo. Fue otra vez el verso suelto de la coalición de gobierno que metió el dedo donde no lo tenía que meter: se permitió hacer recomendaciones para casos de contagio en las empresas. Si usted fuese militante socialista, no pasaría nada: se había metido en territorio de otro ministerio, se le diría “nena, caca”, y al archivo. Moncloa avisaría, como avisó, que el coronavirus se despacha en la ventanilla de Sanidad, y a otra cosa.

Pero es usted militante de Podemos, Yolanda, y eso tiene un peaje. Todos los escribidores estamos atentos a que una ministra de Podemos diga algo contrario a un ministro del PSOE para descubrir turbulencias en la gobernación del Estado. La unidad no vende, señora Díaz; vende la discrepancia. Y si, encima, Moncloa no se priva de decir en un comunicado lo que podría decir en una llamada telefónica, para qué te quiero, carnaza. Terminamos la jornada discutiendo si es usted tan buena ministra como dice Pablo Iglesias o tan criticable como sugiere la presidencia, en rarísima coincidencia con la CEOE. Le repetiré lo que pienso: que es usted hiperactiva; que se ha tomado el ministerio de Trabajo como si fuese su casa en el buen sentido de la expresión; que todo lo que afecte a un solo trabajador lo toma como asunto suyo, como ya había demostrado con los trabajadores del campo, y necesita intervenir, empezando por las cuestiones de salud.

¿Para que negociar con los sindicatos o la CEOE, si usted es la ministra? ¿Para qué encomendarse a Illa, el ministro de Sanidad, si los trabajadores son asunto de Yolanda y de Trabajo? ¿Sabe una cosa, paisana y, sin embargo, ministra? Que usted no es la culpable de este lío. El culpable es quien no repartió previamente los papeles. La culpable es la falta de dirección

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O algo muchísimo peor que matar a Manolete: fue la actriz discordante en la representación oficial de la enfermedad del miedo. Fue otra vez el verso suelto de la coalición de gobierno que metió el dedo donde no lo tenía que meter: se permitió hacer recomendaciones para casos de contagio en las empresas. Si usted fuese militante socialista, no pasaría nada: se había metido en territorio de otro ministerio, se le diría “nena, caca”, y al archivo. Moncloa avisaría, como avisó, que el coronavirus se despacha en la ventanilla de Sanidad, y a otra cosa.

Pero es usted militante de Podemos, Yolanda, y eso tiene un peaje. Todos los escribidores estamos atentos a que una ministra de Podemos diga algo contrario a un ministro del PSOE para descubrir turbulencias en la gobernación del Estado. La unidad no vende, señora Díaz; vende la discrepancia. Y si, encima, Moncloa no se priva de decir en un comunicado lo que podría decir en una llamada telefónica, para qué te quiero, carnaza. Terminamos la jornada discutiendo si es usted tan buena ministra como dice Pablo Iglesias o tan criticable como sugiere la presidencia, en rarísima coincidencia con la CEOE. Le repetiré lo que pienso: que es usted hiperactiva; que se ha tomado el ministerio de Trabajo como si fuese su casa en el buen sentido de la expresión; que todo lo que afecte a un solo trabajador lo toma como asunto suyo, como ya había demostrado con los trabajadores del campo, y necesita intervenir, empezando por las cuestiones de salud.

¿Para que negociar con los sindicatos o la CEOE, si usted es la ministra? ¿Para qué encomendarse a Illa, el ministro de Sanidad, si los trabajadores son asunto de Yolanda y de Trabajo? ¿Sabe una cosa, paisana y, sin embargo, ministra? Que usted no es la culpable de este lío. El culpable es quien no repartió previamente los papeles. La culpable es la falta de dirección