La carta de Ónega a Isabel Zendal: "Tu memoria sí que es una hermosa recuperación"
Fernando Ónega pone punto y final a La Brújula con una reflexión dedicada a la enfermera Isabel Zendal que da nombre al nuevo hospital de pandemias inaugurado por Díaz Ayuso
Buenas noches, Isabel Zendal. Tú has vivido a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Y hoy recobro tu memoria para decirte que ayer mismo se inauguró en A Coruña, a la puerta del hospicio que regentaste, un monumento en tu honor. Casi 200 años después, profeta en tu tierra, Isabel. Y hoy se inauguró en Madrid un hospital que lleva tu nombre: “Hospital Isabel Zendal”, y yo te escribo para que las generaciones actuales, cuando vean aquella estatua y este hospital sepan a quien se honra. Fuiste como yo: la hija de un modesto matrimonio de campesinos gallegos.
Tu aldea, Santa Mariña de Parada, concello de Ordes, tiene menos de 300 habitantes, y allí sigue la iglesia, con su campanario y sus nichos en el atrio y sigue el cruceiro de cantería. Viste morir a tu madre de viruela con trece años y a prevenir la viruela dedicaste tu vida. Y un día de 1803, con 34 años, el rey de España te autorizó a viajar a las Indias en la corbeta María Pita y en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna con una ayuda de 3.000 reales y un sueldo de 500 pesos fuertes anuales. Eras entonces rectora del Orfanato de la Caridad de A Coruña.
“Mujer de probidad”, te llamaba Su Majestad, y vive Dios que la has sido. Te embarcaste al frente de 22 niños del Orfanato de Caridad de A Coruña. Y uno de ellos era tu hijo. Vacunaste con ellos de viruela a 250.000 personas de América y Filipinas. Y el jefe de la expedición, Francisco Javier Balmis, dejó escrito sobre ti: “La mísera Rectora que con el excesivo trabajo y rigor de los diferentes climas recorridos, perdió enteramente su salud. Infatigable noche y día ha derramado todas las ternuras de la más sensible Madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde A Coruña y en todos los viajes y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”.
Y añado yo que ni tú ni tu hijo volvisteis a Coruña ni a Santa Mariña de Parada. En Puebla, México, despediste a este mundo y el mundo se olvidó de ti hasta que en 1950 la OMS te declaró “primera enfermera en una misión internacional”. Orgullo de mujer, Isabel. Grande entre los grandes. Solidaria entre los solidarios. Pionera de cooperantes. Tú sí que mereces la memoria histórica. Tu memoria sí que es una hermosa recuperación.