Buenas noches, don Teodoro García Egea. Intenté preguntarle esta tarde cómo se encuentra, pero no lo conseguí. Le diré que quería romper aquella maldición de Pío Cabanillas que decía: “notas que has cesado porque deja de sonar el teléfono” y me dije “que por mí no deje de sonar el teléfono de Teodoro García Egea”.
Se que han puesto precio a su cabeza, sé que ese precio se ha pagado inútilmente, y sospecho que es usted ahora la viva imagen de la decepción. Mire: yo ignoro si ha sido usted un buen secretario general del PP o un desastre de gestión. Le he visto acciones que el partido no puede olvidar, como desmontar la moción de censura de Murcia. Si no fuese por su arrojo, don Teodoro, hoy esa comunidad no estaría gobernada por el Partido Popular.
Le he visto urdir con Juanma Moreno el pacto de gobierno de Andalucía, redactado en su propio ordenador portátil. Ahí demostró su arte de toreo con Vox, y el PP gobierna el eterno feudo del PSOE. ¿Se equivocó en otras cosas? Seguro, como nos equivocamos todos. Creo que se equivocó con Díaz Ayuso. Creo que se equivocó en el tono, que quizá quiso emular a Alfonso Guerra y sacó usted un Guerra sin la guasa sevillana porque usted no es de allí y con excesiva provocación, excesiva porque se añadía a la de su jefe Pablo Casado.
"Por salvar al jefe, piden la cabeza del segundo y el jefe se la entrega"
Y quiso ser, como los grandes números dos, el paraguas del número uno, pero la tormenta arrasó al número uno y lo dejó sin paraguas. Dos por el precio de uno otra vez en la historia de este país. Tiene que ser doloroso, señor García Egea, comprobar cómo aquellas personas a las que uno sirvió de pronto olvidan lo recién pasado y, por salvar al jefe, piden la cabeza del segundo, que es usted, y el jefe se la entrega.
Es la política, ya lo sé, pero es el rostro menos humano de la política. En este momento en que tantas voces rezan responsos políticos, yo quiero saludar al otro García Egea que menos se conoce: al ingeniero de telecomunicaciones que no sé por qué se metió en esto. Y al que un día iba por el aeropuerto, vio un piano, se puso a tocar y fue aplaudido. Después me dijo que sabía tocar todos los instrumentos musicales. Con esa formación y esas artes, no sé qué diablos se le perdió en la política, señor García Egea. Ha sido su peor inversión.