Hablamos del fenómeno emergente del turismo necrológico, es decir, personas que van a ver la Zona Cero de Nueva York, campos de concentración como Auschwitz y zonas de catástrofes. Esta modalidad de turismo ha llevado a dos millones de personas hasta Nueva York para ver el lugar de los atentados del 11-S, a millón y medio a Pearl Harbour o a un millón doscientas mil personas a Auschwitz, en el último año. Las personas hacen este tipo de turismo para enfrentarse a su propia mortalidad, son lugares de peregrinación para encontrar un sentido al sufrimiento de las víctimas.
Xavier Sardá es un aficionado a este tipo de turismo y afirma que no todo es ‘turismo dark’. Afirma que le resulta impresionante y le sobrecoge visitar esos lugares. Luis Racionero, por su parte, cuenta que no le gusta nada visitar estos lugares negros; afirma que él ya ha visto suficiente horror en televisión y no le hace falta acudir de visita para horrorizarse más. Elisa Beni cuenta que la relación con este tipo de visitas está relacionada con las experiencias personales de cada uno, para ella le resulta peor leer escenas de tortura que verlas pero, aun así, prefiere no acudir a ver estos lugares del horror.
Sardá afirma que son lugares de culto, que deben de estar abiertos para que la gente pueda ir a recordar. Elisa cree que hay diferentes tipos de consideración y explotación de estos lugares de visita, y le resulta chocante que algunos sitios comercialicen con esto. Racionero cree que estos sitios tienen vibraciones malas, ‘sales de ahí desmontado’. Beni recuerda que comercializar con esto puede tener un efecto negativo y analgésico para la sociedad, ‘el hombre puede tener miedo a realidades y eso le hace acercarse a ellas’.
Elisa que hay otro tipo de turismo que se aleja un poco de este tan ‘dark’, se encuentra en México y muestra los lugares donde el narcoterrorismo se ha llevado por delante muchas vidas; son los estudiantes norteamericanos los que suelen acudir en sus vacaciones de primavera.