La COVID-19 no sólo ha tenido consecuencias físicas en la salud de la población, también ha agravado los problemas psicológicos después de tantos meses conviviendo con la pandemia. A pesar de que ya se ha iniciado la vacunación, todavía quedan meses en los que vamos a tener que seguir haciendo frente a este virus, y esto está produciendo un desgaste mental notable.
Tal y como se puso de manifiesto en el I Congreso Nacional COVID-19, el Dr. Manuel Martín Carrasco, Vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, dijo que se ha visto un aumento de los síntomas depresivos y de los procesos de ansiedad. Los principales factores de riesgo son la alta exposición a noticias sobre la pandemia, el periodo de confinamiento prolongado y estar en contacto con algún afectado. También han aparecido casos de estrés postraumático con manifestaciones como insomnio, sueños relacionados con la pandemia o síntomas disociativos de la realidad.
El miedo a infectarse es uno de los principales factores moduladores de la percepción de estrés y del impacto psicológico según el estudio del Grupo PsiCal de la Universidad Internacional de Valencia publicado en la Revista Acofar. El trabajo recoge que una situación tan excepcional como la del COVID-19 puede dar lugar en ocasiones a alteraciones cognitivas o del estado de ánimo, como la incapacidad para recordar aspectos relacionados con el suceso traumático, la sensación de no experimentar emociones positivas como la felicidad, o bien los pensamientos catastrofistas. Es lo que hay. Seguro.