A pesar de ser una proposición común de la mayoría socialista y la oposición conservadora, este proyecto de ley genera un gran debate, incluso en esos partidos.
Para algunos, el nuevo texto va demasiado lejos, mientras que otros no lo ven suficientemente ambicioso y lo consideran cruel e hipócrita.
El primer ministro francés, Manuel Valls, ha apelado a los diputados a superar las diferencias sobre un texto que considera equilibrado, pero contra el que se han manifestado los responsables de las principales religiones con presencia en Francia.