Este concurso ha sido, ante todo, cómodo. Mariano Rajoy jugaba a no perder la gran ventaja que ya le otorgaban las encuestas al inicio de la campaña. Se presentó ante los telespectadores algo acartonado y fue perdiendo rigidez –se desentumeció definitivamente después del debate-, y acabó soltando en el escenario una naturalidad desconocida, varios “oños” y un toque espontáneo en las respuestas al público, no sé lo que ha dicho, pero tiene usted toda la razón.
Durante quince días, Rajoy viajó mucho, concretó poco y vagó entre bastantes tópicos. Como en toda campaña electoral, ha habido bombardeo de frases hechas y lugares tan comunes que habrá luz al final del túnel, dará la talla, estará a la altura de las circunstancias, fijará el rumbo y no quiere que le cuenten milongas.
Los chistes fáciles de gasolineras fueron patrimonio de los teloneros. El candidato también procuró citar lo mínimo a ETA, y sólo habló del apoyo a las víctimas, la Ley y el Estado de Derecho en las plazas obligadas del País Vasco y Navarra.
En la última semana, a Mariano Rajoy le ha salido voz de gobernante y tono presidencial. Para enviarle a los mercados y a Europa un mensaje nítido ahora que la prima de riesgo está en zona de infarto, Mariano Rajoy quiere un respaldo electoral fuerte, necesitamos ser muchos y, luego, hablará con todos para ser muchos más. Suficientemente ambiguo como para que se quede en el aire la pregunta que siempre esquiva.
¿Saldrá Rajoy fuera de casa a buscar a sus ministros?¿Y al de Economía, dónde? ¿En el granero de los tecnócratas? Mis ministros serán los mejores, mejores que yo por la cuenta que me tiene. En su partido, algunos dedujeron que sí, que recurrirá al perfil de un especialista.
Será ésta la primera incógnita que debe despejar Rajoy ante España y ante los mercados europeos y Bruselas. A qué hombre o a qué mujer coloca en la cartera de Economía para la etapa de la recuperación del empleo, las cuentas y la confianza del exterior.
Rajoy se siente capaz, ¡lo vamos a arreglar!, pero no ha contado cómo. Valentía, prudencia, esfuerzo y austeridad son conceptos con más vapor que pormenores.
Pero son conceptos elocuentes, presagian estrecheces y uno mira ya al pasado con la nostalgia del Un, dos, tres y del apartamento en Torrevieja.