Todo fueron vivas y bravos. Se lo repetían sus asesores, lo mostraban los sondeos, se lo han gritado en las calles de Melilla, “presidente, felicidades, has ganado el debate”. Y se lo ha regalado por escrito el Financial Times.
Así cómo no va a levantarse uno de tan buen humor. Aunque había dormido poco -después del debate se había dado un paseo por su casa- por la mañana la prensa le pilló animado. Charló con los periodistas de la caravana electoral. Charló a esas horas con júbilo pero sin euforia. ¿Qué opina de que todas las encuestas le den vencedor? “Lo que me da ánimo es que la gente quiere cambiar”. ¿Y sobre la agresividad de Rubalcaba en el debate? “Es su campaña, solo consiste en amenazar con todos los males del infierno, pero es un recurso gastado”.
Recurso gastado. En el mitin recuperó el tema. La estrategia del miedo no son más que historias, son sólo palabras. Lo importante es saber gestionar la economía.
Rajoy mantenía el tono caballeresco que planeó durante el debate –tono tan saludado en fuentes de su partido-. Y, como siempre, dejó a otros el papel de rufián. “Debatió un estadista de muchos kilates, educado, contra un chabacano con una cara dura que se la pisa”, Juan José Imbroda dixit.
De Melilla a Málaga. Más vivas y más besos y más deleitarse en el pasillo de los simpatizantes, “¡presidente, tú sí que vales”! Arenas le dijo al público: y ahora se va a dirigir a vosotros el (silencio de dramaturgo) Presidente. Ya está”.
Con ese telonero, con esos precedentes Rajoy destapó en el escenario al candidato más vibrante, al más seguro de sí mismo –“me siento con más ganas que nunca”- y se permitió quedarse con el talante de Zapatero –“El cambio, tiene gracia que lo diga yo, es otro talante”-. Y tan alta era la atalaya que al grito de “que bote Rajoy”, Rajoy brincó.
Dice que puede dar muchos más brincos pero que “no es momento de hacer exhibiciones”.
Tampoco es cuestión de comparaciones pero está en forma Mariano Rajoy.