La maestría de Otero Lastres, Catedrático de Derecho Mercantil y conocedor como pocos de los vericuetos judiciales, hace muy verosímil toda la trama de la novela, que parte de un hecho real tras la pérdida de un ataúd, aunque después llevado a la ficción. Comienza la narración en 2011 en Nigurán, localidad de la Costa de la Muerte donde se procede a la exhumación del cuerpo de Romualdo García, un conocido constructor de la zona. Se le van a efectuar pruebas de ADN a petición de quien dice ser su hijo. Pero al abrir el nicho, no hay rastro del cadáver. Inmediatamente, las sospechas recaen sobre la familia del muerto, reacia a reconocer al nuevo miembro del que sólo piensan que busca la sustanciosa herencia del fallecido. Pero, ni la viuda ni los hijos de Romualdo están detrás del suceso.
Habrá que remontarse 80 años atrás para conocer la historia, con la separación de dos hermanos gemelos nacidos en la localidad.
La imagen de la portada de la novela es obra del gran Eduardo Arroyo y refleja una cara partida en dos personalidades. Simboliza la esencia del libro; las vidas paralelas de los dos hermanos.
