Experiencias viajeras

La vida desde un resort

Nos vamos cuatro días a un resort, a trabajar al complejo IberoStar Bávaro, en República Dominicana. ¿Cuatro días a un resort? ¿A trabajar? ¿Y cómo se trabaja en uno de esos complejos vacacionales en los que prima el relax, el confort, la mente plana y la pulsera “todo incluido” que sirve de salvoconducto para entrar en todos los bares y restaurantes del complejo?

 

ondacero.es

Madrid | 30.12.2011 15:16

(Imagen aérea del complejo IberoStar Bávaro Resort. En primer plano, el Gran Hotel, la gama alta de los cuatro hoteles que conforman el complejo vacacional)

El objetivo era conocer directamente qué ofrecen estos complejos vacacionales. Por qué elegir esta opción y no otra. Y de eso se trató el último viaje. De vivir la vida desde un resort para contar esta experiencia a los viajeros que quieran leerla (o escucharla en la radio, en Onda Cero). Una experiencia inolvidable. Una experiencia formada desde la propia perspectiva de un viajero que se aloja en un resort y que entra a otra dimensión nada mas ser anillado con una pulserita mágica.

Saber que puedes hacer de todo y nada. Una hamaca. Una toalla. Un libro. Música. Una piña colada. Relax. Sonreir. Cantar en un karaoke. Mirar las estrellas. Conocer gente. Una pulsera...

 

 

 

 

 

Pero que también puedes compaginar todo lo anterior con una infinidad de actividades.

 

 

Desde hacer ejercicio en el gimnasio a participar en las clases colectivas del hotel.

 

 

Desde practicar deportes acuáticos, como el kite o el windsurf, a nadar con delfines.

Desde montar en helicóptero a recorrer los pueblos que dan color al complejo hotelero.

El complejo IberoStar Bávaro Resort, en la dominicana zona de Punta Cana, en Playa Bávaro, es un claro ejemplo de este compendio de recetas contra el aburrimiento.

(La línea de playa de El Cortecito, en Bávaro, está salpicada por infinidad de tiendas de artesanía local. Productos destinados a los turistas que transitan por estos arenales. Los precios no son nada populares, pero merece la pena ver el ambiente de los comerciantes que intentan vender sus productos a los paseantes)

En los cuatro días que duró el viaje, pude ver a infinidad de huéspedes que se despertaban por la mañana con tranquilidad, daban un paseo por la playa antes de desayunar, cubrían su cuerpo con protección solar y abrían un libro a la sombra de una palmera o una sombrilla. Páginas más adelante, se bañaban en las piscinas del complejo o en las tibias aguas caribeñas, se bebían una piña colada o cualquier brebaje extraído de alguna fruta tropical (aderezado con ron o no). Huéspedes que, cansados de un año de intenso trabajo, volvían a pasear por la playa antes de ir a comer, a “siestear”, a volver a pasar las páginas de un libro, a beber otro refresco de frutas, otro baño, otro paseo. Ver atardecer. Cenar. Bailar. Las estrellas dibujan constelaciones en el cielo. Dormir. ¿Por qué no?

En este complejo de IberoStar en Playa Bávaro, también hay familias que viven su semana cambiando los registros del día a día. Juegan con la arena de playa, en los parques infantiles. En las piscinas. Siete días asilvestrados. Sin horarios. Entre cocos.

(El velero del Gran Hotel del IberoStar Bávaro Resort es un agradable pub en el que tomarse algo en cubierta o en su interior. Dentro del barco, una pista de baile y unas pantallas de karaoke aseguran unas risas y algunos movimientos de cadera. todo incluido)

También hay grupos de amigos que juegan al fútbol en la arena caribeña, que flirtean con otros grupos de amigos, que ponen a prueba la capacidad de la pulsera. Reparten sonrisas. Llenan las discotecas. Amigos de todo el mundo disfrutando de una mochila que llenarán de recuerdos imborrables.

 

Y, claro, hay parejas. Parejas de jóvenes, de recién casados, de recién jubilados, de recién conocidos. Dúos amarrados por dedos entrelazados. Reciben tratamientos corporales y masajes. Se sientan en mesas románticas. Comparten miradas cómplices en la cubierta del velero del IberoStar Bávaro Resort. Se sientan en la playa. Miran al horizonte mientras se ponen morenos.

 

En un complejo vacacional de estas características, como el IberoStar Bávaro Resort, coexisten una amplia variedad de personajes. Un pequeño pueblo que se caracteriza por la mezcolanza étinca, social y de pareceres diverso. Sólo hay un elemento humano homogéneo: el trabajador del hotel. Da igual en qué parte del complejo estés. Siempre hay una sonrisa, un gesto alegre. Ellos representan la forma de ser de los dominicanos. El personal de este complejo es una maravilla.

(La gentileza y amabilidad de todo el personal del IberoStar Bávaro Resort llegó hasta el punto de que le preguntamos a uno de los jardineros que si los cocos de la palmera que teníamos sobre nuestras cabezas eran para beber y nos respondió subiendo a la copa del árbol, recogiendo un coco y abriéndonos un hueco para que lo degustásemos. Una maravilla de gente)

Está claro que para juzgar y valorar las cosas, hay que probarlas. Es muy fácil pensar que una semana “tirado” en un resort puede parecer una pérdida de tiempo. Pero el tiempo sólo se pierde sin iniciativa propia. A poco que uno tenga ganas de vivir el momento, hasta una semana en un resort como el IberoStar Bávaro resulta toda una grata experiencia. Una alegría que puedes compartir con familia, amigos o con uno mismo.

(Imagen de uno de los restaurantes temáticos del Gran Hotel)

El complejo ofrece cuatro productos que se adaptan a cualquier necesidad. El Gran Hotel (cinco estrellas premium) tiene régimen de “sólo adultos”, para quienes desean un ambiente más privado, selecto y recatado. El Hotel Bávaro (cinco estrellas) está pensado para un ambiente más familiar. Sus bungalows rodeados de palmeras hacen de la estancia un viaje por la naturaleza. Y los hoteles Dominicana y Punta Cana (ambos también de cinco estrellas) son los que sirven de refugio para quien quiera disfrutar del ritmo dominicano. Sus espectáculos y equipos de animación son tan sonados que hasta los clientes del Gran Hotel hacen escapadas diurnas y nocturnas para mover el cuerpo al son caribeño.

 

 

 

 

 

(No es el Circo del Sol, pero tiene quizá el mismo mérito. Jóvenes dominicanos que ensayan y saltan al escenario brindando números acrobáticos que distraen a los huéspedes)

 

Y para todos. El aire puro del golf


Para los que ya saben y quieren probar suerte en los 18 hoyos y un par 72 del Club de Campo del IberoStar Bávaro Resort

O para los novatos que nunca habíamos cogido un palo y nos iniciamos en la práctica de un buen swing

Y si el calor aprieta durante el recorrido...

El carrito bar del Club de Campo te asiste en cualquier momento y refresca la intensa actividad deportiva


Vivir la llegada de la Navidad a 25 grados de temperatura media, en manga corta, sintiendo el sol y la brisa marina, no tiene precio. Es un lujo muy accesible a una infinidad de bolsillos. Una experiencia que hay que probar alguna vez en la vida.

En próximos post iré reflejando la vida dominicana fuera del IberoStar Bávaro Resort. El complemento ideal, las excursiones, para disfrutar de una estancia en la playa, atados a la magia de la estrella de la pulsera de IberoStar.

 

 

Fotos: Jorge Granullaque