Cruel ha sido la eliminación del Real Madrid ante el Bayern. No digo que haya sido injusto porque cualquiera mereció pasar. Saltó al Bernabéu un Bayern grande. Ambicioso. Buscando el cuerpo a cuerpo y los porteros lo notaron. El inicio parecía un calco al de ayer. Y el final también. En la primera parte el objetivo se había alcanzado. Pero antes de llegar al final el gol de Robben de penalti empataba la eliminatoria. Tocaba sufrir, pero no esperábamos que tanto. Porque el Bayern de Munich se había ido haciendo dueño del partido, y así fue hasta que llegó la prórroga. El Real Madrid estaba muy tocado físicamente. Las fuerzas le llegaban justas para defender, en ningún caso para salir a la contra. Hasta que llegó la prórroga. El balón fue para el RM, pero se había firmado la paz. Confiábamos en que apareciese un bendito traidor que la rompiese, pero la pipa se fumaba lejos de las porterías. Y llegaron los penaltis. Y las eternas coincidencias. Ayer fallaba Messi y hoy lo hacía CR7 desde el punto de penalti. No ha sido el único. Kaká también se encontraba con Neuer y Sergio Ramos con las estrellas. Iker no podía hacer más. Había detenido dos, pero la final tenía un sitio reservado para los anfitriones. En Munich jugarán el Bayern y el Chelsea. Mantengo que no es, ni de lejos, el mejor partido que pueda ofrecernos el fútbol europeo. Que nos aburriremos bastante más. Pero no siempre gana el más rico, ni el más potente, ni el más vistoso, ni el más dominador. El Chelsea le arañó la final al Barça y el Bayern se la ha ganado a cara o cruz al Real Madrid.
Nos quedamos con cara de tontos. Sin final española. No hay que sentirse culpable por decir que éramos mejores, sino por no haberlo demostrado. Eso para los que ahora aprovechan para atacar a tanta gente, no sólo periodistas, que pensaba y confiaba en esa final española rota.
Traslademos nuestra energía, que nos queda, al Athletic. Y disfrutemos con una posible final de la Liga Europa. Mañana saldremos de dudas. Pero más palos no, por favor.