Hoy con Léleman venía pensando en… lo bonito y emocionante que tiene que ser que te ovacionen y aplaudan en la que un día fue tu casa. Le pasó ayer a Rafa Martínez en su regreso a la Fonteta.
Ayer os hablaba de las filias y fobias a los jugadores. Y os decía que no entendía los cánticos de “traidor” a Hugo Duro. Hoy os digo que entiendo perfectamente la ovación y los aplausos a Rafa Martínez. Yo fui uno de los que se puso en pie y aplaudió al que fue gran capitán de Valencia Basket. Sus 11 años en Valencia bien lo merecían. Fue emocionante ver a todo el pabellón en pie tributando ese homenaje. Porque Rafa, sin duda, dejó huella en la afición taronga.
Hay jugadores que pasan sin pena ni gloria por sus clubes. Como decía ayer suelen ser esos que no entienden lo que significa vestir la camiseta y defender el escudo de su equipo. Aquellos que no entienden de sentimientos y solo ven dinero y gloria en el deporte. Y hay otros que, pese no haber nacido ni haberse criado en ese club, terminan por convertirse en auténticos referentes. Son esos que un día se marchan pero que cuando regresan, la que fue su afición les recuerda que esa siempre será su casa. Y la Fonteta siempre será la casa de Rafa Martínez. Por muchos años que pasen.
Su trabajo en la pista y su honestidad fuera de ella convirtieron ya hace tiempo a Rafa Martínez en una de las leyendas del Valencia Basket. Ayer al acabar el partido le preguntaba por un momento, un solo recuerdo que le inspire la Fonteta. No supo contestar. Y lo entiendo. Son tantos que es difícil quedarse con uno. En esa pista ganó una liga y otros tantos títulos europeos. Él se hizo grande con Valencia Basket e hizo grande a Valencia Basket.
Por eso ayer los más de 6.000 aficionados quisieron recordar a Rafa que Valencia es su casa, la Fonteta su pabellón y que siempre le estarán eternamente agradecido por haber sabido defender con honor y sacrificio su escudo… el escudo de Valencia Basket…