La esquizofrenia es una enfermedad que empieza a manifestar entre los 20 y los 25 años. La hipótesis principal sobre su origen reside en las alteraciones genéticas y ambientales durante el desarrollo prenatal y/o los primeros años de vida. Este aspecto es relevante, dado que las huellas dactilares son un patrón estable a lo largo de nuestra vida y esta prueba de diagnóstico puede realizarse en una edad primeriza para orientar el tratamiento de manera precoz.
Cabe tener en cuenta que el diagnóstico definitivo de la esquizofrenia requiere de un mínimo de seis meses desde que aparecen los primeros síntomas en forma de brote psicótico. Unos síntomas que, a menudo, se confunden con otras enfermedades de salud mental, como el trastorno bipolar. Así, con este descubrimiento, la psiquiatra Edith Pomarol-Clotet celebra que la detección del riesgo y el diagnóstico primerizo de la enfermedad es “fundamental” para conseguir un mejor pronóstico y evolución.
Por lo que a la metodología se refiere, se utiliza el escaneo de los dedos de los pacientes. En concreto, el pulgar, el índice y el corazón de la mano izquierda, dado que son los que han mostrado una mayor fiabilidad. Y, a continuación, se procesan las imágenes obtenidas a través de un algoritmo para que determine el riesgo de padecer la enfermedad. Todo ello, en un proceso sencillo y rápido.
Un estudio con limitaciones
El investigador principal del estudio, Raymond Salvador, ha matizado que la precisión del 70% no es suficiente por si sola para hacer un “diagnóstico definitivo”. Sin embargo, esta nueva técnica sirve como herramienta de detección complementaria que, combinada con otras fuentes de información, puede tener “un gran valor predictivo”.
Además, no se trata de una prueba de aplicación universal y solo es apta para dos grupos muy determinados: por un lado, personas que empiezan a tener síntomas o que se presentan a urgencias con un primer episodio psicótico y, por el otro, aquellas que tienen un riesgo genético significativo.