La Eurocopa comienza este viernes en Múnich. Alemania y Escocia disputarán el primer partido en la ciudad de Beckenbauer y de la final de la Copa del Mundo de 1974. Ni Beckenbauer, fallecido en enero de este año, ni Cruyff, su célebre antagonista en la década de los setenta, están entre nosotros, pero su legado no se disipa. Son eternos referentes del fútbol.
Han pasado 50 años de aquella final, sellada con la victoria de los pragmáticos alemanes, y el fútbol nos informa de todos los cambios y transformaciones que se han producido desde entonces.
El Mundial de 1974 se jugó en nueve ciudades. Todos los estadios tenían pista de atletismo, excepto el de Dortmund, estrictamente dedicado al fútbol. En esta Eurocopa se ha invertido el panorama. De las diez sedes, sólo el estadio Olímpico de Berlín cuenta con una pista de atletismo. En 50 años, el fútbol ha devorado al resto de los deportes.
Dos Alemanias, la República Federal y la República Democrática, participaron en el Mundial del 74, producto del mapa trazado por las potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión, la selección alemana representa a un país unido.
Aunque Europa estaba dividida en dos bloques, a un lado y al otro del Telón de Acero, el fútbol conectaba a todo el continente. La primera edición de la Eurocopa se disputó en 1960 y la ganó la Unión Soviética. De alguna manera, el fútbol tenía un plan para una Europa común. Ese sueño corre el riesgo de desvanecerse en esta época, sembrada de agitación, incomunicación y odio.
Ojalá el fútbol nos invite en esta ocasión a percibirnos como orgullosos ciudadanos de una Europa tolerante y diversa, perfectamente representada por sus selecciones, la mayoría de ellas multiétnicas, multiculturales y multireligiosas.
La selección española no escapa a esa nueva realidad. España no disputó el Mundial de 1974, pero desde entonces ha ganado una edición del Mundial y dos de la Eurocopa. Es una potencia del fútbol que busca redimirse de las últimas decepciones, y lo hace con una variada mezcla de jugadores, entre los que también se encuentran jóvenes de origen familiar africano y un par de centrales naturales de Francia, pero adiestrados desde juveniles en España.
Son nuevos tiempos para todo y conviene disfrutarlos. Se avecina una gran Eurocopa, un mes de fútbol a todo gas. Los pronósticos apuntan a Francia y algo menos a Inglaterra y Alemania. A la selección española no le viene mal el papel de tapado. Es un buen equipo sin estrellas rutilantes. No figura en el radar de favoritos. Se decía lo mismo en vísperas de la Eurocopa 2008. No se contaba con España y justo entonces despegó el equipo que dominó el fútbol mundial durante los siguientes seis años.