Minuto económico: Deficiencia democrática

Minuto económico: Deficiencia democrática

Dicen que a todo el mundo le llega su San Martín y en esta crisis larga y tediosa nadie se salva. Alemania es la última en llegar al club de la incertidumbre económica. El todopoderoso y ortodoxo Bundesbank ha rebajado de manera drástica las expectativas de crecimiento de la economía germana. Las exportaciones se frenan y el empleo también. El paro no crece más en la tierra de Merkel gracias a los descensos de la jornada laboral y los recortes salariales. El Bundesbank demuestra que la recesión en el sur de Europa también tiene consecuencias en Alemania y entre los países del norte. Merkel no es una ingenua, lo sabe y por eso su única meta hoy día es llegar a las elecciones de otoño, donde por supuesto solo votan los alemanes aunque el resultado afecte a toda la Unión. Esta semana se celebra el último Consejo Europeo del año. Por mucho que el presidente continental, Herman Von Rompuy, lo intente, Merkel frenará cualquier avance importante hacia una estrategia política y económica realmente europea. Berlín y Londres no quieren a nadie husmeando en los libros de sus bancos no vaya a ser que descubran la polilla y la carcoma en alguna de sus entidades bancarias. Berlín, Ámsterdam o Viena tampoco desean dejar de financiarse sin coste, así que olvídense de la Unión Fiscal o de nuevos fondos contra el paro. A todo dirán que sí, pero para el futuro, a partir del 2014. Europa es lenta, corta, limitada y hace tiempo que dejó de ser democrática. El único organismo elegido directamente por los 500 millones de europeos, el Parlamento, ha sido constantemente ignorado en esta crisis. Los analistas y agencias de raiting sustituyen a los parlamentarios y en el presupuesto, los acreedores mandan más que los contribuyentes. El Consejo Europeo es un órgano colegiado y es cierto que sus miembros han sido elegidos por sus pueblos, pero el Consejo gobierna sin control directo de los electores y sin apenas contrapesos del Parlamento y de la Comisión. Está claro que tal y como está configurada la Unión muy pocos pueden influir en Merkel o en Schauble, y mucho menos los votantes de, por ejemplo, Cádiz, Alentejo o Sicilia.

ondacero.es

| 09.12.2012 14:21

Dicen que a todo el mundo le llega su San Martín y en esta crisis larga y tediosa nadie se salva. Alemania es la última en llegar al club de la incertidumbre económica. El todopoderoso y ortodoxo Bundesbank ha rebajado de manera drástica las expectativas de crecimiento de la economía germana. Las exportaciones se frenan y el empleo también. El paro no crece más en la tierra de Merkel gracias a los descensos de la jornada laboral y los recortes salariales. El Bundesbank demuestra que la recesión en el sur de Europa también tiene consecuencias en Alemania y entre los países del norte. Merkel no es una ingenua, lo sabe y por eso su única meta hoy día es llegar a las elecciones de otoño, donde por supuesto solo votan los alemanes aunque el resultado afecte a toda la Unión. Esta semana se celebra el último Consejo Europeo del año. Por mucho que el presidente continental, Herman Von Rompuy, lo intente, Merkel frenará cualquier avance importante hacia una estrategia política y económica realmente europea. Berlín y Londres no quieren a nadie husmeando en los libros de sus bancos no vaya a ser que descubran la polilla y la carcoma en alguna de sus entidades bancarias. Berlín, Ámsterdam o Viena tampoco desean dejar de financiarse sin coste, así que olvídense de la Unión Fiscal o de nuevos fondos contra el paro. A todo dirán que sí, pero para el futuro, a partir del 2014. Europa es lenta, corta, limitada y hace tiempo que dejó de ser democrática. El único organismo elegido directamente por los 500 millones de europeos, el Parlamento, ha sido constantemente ignorado en esta crisis. Los analistas y agencias de raiting sustituyen a los parlamentarios y en el presupuesto, los acreedores mandan más que los contribuyentes. El Consejo Europeo es un órgano colegiado y es cierto que sus miembros han sido elegidos por sus pueblos, pero el Consejo gobierna sin control directo de los electores y sin apenas contrapesos del Parlamento y de la Comisión. Está claro que tal y como está configurada la Unión muy pocos pueden influir en Merkel o en Schauble, y mucho menos los votantes de, por ejemplo, Cádiz, Alentejo o Sicilia.