Como millones de españoles, me quedé boquiabierto al ver las destrezas de Rafa Castaño el jueves en el mítico plató de Pasapalabra. Sabiduría, memoria y templanza para que ni los focos ni los nervios nublen la mente a la hora de elegir el vocablo certero.
Amén de los concursantes, brillantes, simpáticos y ejemplares, me quedo hoy con la reflexión de porqué es líder el formato y confieso la ilusión que me hace que sea elegido por los consumidores de televisión de manera abrumadora.
Creo que valoramos el buen rollo y la superación. Nos gusta echarnos a los ojos paisanos que consiguen premios por ser constantes y atrevidos. Se nos afina el orgullo y la empatía y además, lo hacemos de manera familiar, junto a la gente con la que compartimos vida.
Rafa y Orestes o Pablo el canario entraban con permiso en nuestros salones. Sabedores de que nos representan un poco, aunque no tengamos su cualificación ni su nivel. Nos da rabia cuando fallan y no paramos de soplarles y chivarles a viva voz, por ejemplo, que la ilusión de creer que algo es más bonito de lo que realmente es… se denomina 'kalopsia'. Aunque en este caso no aplica. Y sí, me gusta estar a la verita de la tele de un gran país. Dice mucho de nosotros lo que vemos en pantalla.