Tengo un buen sueldo, por encima de la media, me ha subido la hipoteca 286 euros y noto en el súper que todo vale más, aunque no suelo fijarme en las ofertas como la ministra Calviño (señoría, tuvo usted intervenciones mejores, créame).
Soy un privilegiado y lo asumo, pero mi status elevado no me impide empatizar con la inmensa mayoría social. La que no entiende la conexión precios-inflación-consumo-euríbor-medidas. La que pide soluciones inmediatas aunque la ortodoxia diga que no se puede hacer porque el mercado no tolera ciertas injerencias.
La macroeconomía tiene sus leyes, lo sabemos, pero seguro que en las alturas les pasa como a mí: qué no sufren de verdad las consecuencias. No sé si topar, bajar el IVA, ir con la hucha del domund a las distribuidoras, repartir cheques compensatorios… en serio, no tengo ni idea de cuál es la ayuda efectiva.
Pero hay miles de españoles que sufren, que lo pasan mal, que no llegan, que hacen malabares con sus cuentas y otra vez se encuentran con un abanico de argumentos arrojadizos desde ambas orillas que no les soluciona nada. En mayo y en diciembre todos los partidos implorarán por los votos. Promesas, propuestas, estacazos al rival. Os merecéis el vacío, que lo sepáis, pero esa inmensa mayoría seguirá siendo responsable, más pobre, pero responsable.