Echo de menos mi vida de estudiante, la facul, el pincho de tortilla, la pocha, las tardes de césped con el reloj congelado. Ser universitario fue un sueño colectivo de nuestros padres que tuvieron que dejarse las manos literalmente para poder sufragárnoslo.
Los estudios superiores siguen siendo objetivo irrenunciable para una amplia mayoría de jóvenes españoles, ¿pero qué pasa con los oficios? ¿será todo digitalización e inteligencia artificial en el futuro? Todos intuimos que no, que seguirán haciendo falta profesionales por eso no estaría de más que, amén de los dirigentes y su cacareados impulsos a la FP, nosotros también desarrolláramos la cultura de la tolerancia, la asimilación y la no demonización de los gremios: que un chaval de 16 o 17 le diga a sus padres que quiere ser montador eléctrico o trabajar la madera en un taller, debe dejar de ser un drama familiar.
Esta semana el president de la Generalitat presentó el último estudio de prospección laboral. Se constata la caristía de carniceros, por ejemplo, pero también de información atractiva y formación cualificada para los demandantes. Nos encantan los propósitos de año nuevo ¿no? pues esta tarea es chula y no debe posponerse.