Hemos estado hablando mucho de Japón por la cosa futbolera, pero hay algo que hacen muy bien: cuidar a sus mayores. Si pisas alguna de sus grandes urbes, ves a octogenarios manejando autobuses, ordenando el tráfico o controlando obras ataviadas con sus petos y manejando conos. El país más longevo del mundo sí que tiene un problema para mantener el sistema de pensiones y por eso, al que quiere, se le complementa la mensualidad con trabajos que pueden hacer según sus propias capacidades.
La palabra es fea: ‘gerontoeconomía’. Dícese de esa rama destinada en los países modernos a desarrollar todo lo que los mayores necesitan, requieren o aspiran. Quien la domine, tendrá negocio. Quien la vaya anticipando, abrirá un melón sabroso grande y rentable para el ocio, el cuidado, la motivación y hasta para la inversión. Un universo de posibilidades que todavía hay que multiplicar.
Aquí podemos mejorar mucho en el cuidado y en la ubicación social de nuestros viejos. Lo de la revalorización de las pensiones no es suficiente. Hablo de trato, posición, respeto. Se me abren las carnes esta semana al leer la información de la teleasistencia en Barcelona (la mitad de las consultas son para charlar un rato, para paliar la soledad), terrible, desolador. Para que pensemos en estas fechas navideñas que las visitas puntuales y por cumplir rituales no son comprensibles.
Siento ser cansino porque siempre vuelvo al mismo origen, el de la educación y la cultura. Si desde estos campos abonamos el cariño y respeto eternos a nuestros mayores, nos pareceremos a Japón, estaremos más cerca de la mejora como especie.