ATENTADOS OLVIDADOS

Se cumplen treinta años del atentado a los Policías Nacionales de Sabadell

El 8 de diciembre de 1990 ocho Policías Nacionales de Sabadell sufrieron un atentado con coche bomba de la banda terrorista ETA, en el que seis de ellos perdieron la vida y la de los otros dos no volvió a ser igual. Ellos fueron Juan José Escudero, Eduardo Hidalgo, Juan Gómez Salat, Miguel Marcos Martínez, Francisco Pérez Pérez y Ramón Díaz.

ondacero.es

Madrid | 16.11.2020 10:47

Son seis nombres. Con sus correspondientes apellidos. Los diré a continuación para que piense usted si le suena alguno de ellos. Quizá los escuchó alguna vez.

Juan José Escudero.

Eduardo Hidalgo.

Juan Gómez Salat.

Miguel Marcos Martínez.

Francisco Pérez Pérez.

Ramón Díaz.

Sus edades: 29 años Francisco, el más joven. 53 Miguel, el más veterano.

Los seis iban dentro del mismo vehículo. Con otros dos compañeros, uniformados como ellos. Policías Nacionales. Había fútbol esta tarde en la Nova Creu Alta. El equipo local recibía al Málaga. Un partido rutinario y una tarde rutinaria. Era sábado. No se esperaba que en los alrededores del estadio se produjeran incidentes.

El colegio público Creu Alta no pudo abrir sus puertas el lunes siguiente. Las ventanas, a consecuencia de la explosión, habían reventado todas. Cien familias –-calculó la prensa— pasaron la noche del sábado entre cristales rotos. La lluvia, aquel 8 de diciembre en Sabadell, fue intensa.

Tiene escrito Héctor Abad Faciolince que "la vida tiene, a veces, la misma consistencia de los sueños". Que "hay pedazos de nuestra vida que ya no son nada por el simple hecho de que hemos dejado de recordarlos". Nada queda si uno no lo recuerda y no lo escribe. Si la vida es el original, la memoria una copia que evita que aquello que sucedió se pierda.

El furgón policial había salido de la comisaría de la calle Montseny. No llegó a recorrer ni medio kilómetro. Minutos antes de que llegara a la esquina de Josep Aparici con Ribot i Serra, un individuo vestido de técnico de la compañía de gas fue visto en una calle próxima con un aparato en la mano.

Cuando un vecino le preguntó si pasaba algo, dijo que realizaba comprobaciones porque temía que se estuviera produciendo una fuga. El individuo fue identificado después como Juan Félix Erezuma, compañero de Juan Carlos Monteagudo en el comando Barcelona. Lo que llevaba en la mano era el radiotransmisor que activó los treinta kilos de amonal y metralla.

A mí tampoco me sonaban los nombres.

Juan José Escudero.

Eduardo Hidalgo.

Juan Gómez Salat.

Miguel Marcos Martínez.

Francisco Pérez Pérez.

Ramón Díaz.

Ni siquiera me sonaba que hubiera habido un atentado contra un furgón de la policía en Sabadell. Ahora que recupero la historia leo que los seis féretros fueron portados por policías, guardias civiles y mossos de esquadra. Que a los familiares se los escuchó apenas entre sollozos dolerse por el hermano muerto, por el hijo, y pedir justicia. Y que una señora de mediana edad se acordó entonces no de los que se fueron sino de los que se quedaron: los trece huérfanos y las seis viudas.

Leo que el arzobispo Carles ofició el funeral e interpeló a los asesinos: "¿No dice nada a vuestros corazones que ayer trece niños tuvieran padre y hoy no lo tengan, que por mucho que se esfuercen quienes los aman, sus vidas ya no puedan ser nunca lo que eran?".

Ahora que recupero la historia descubro que fue aquí, al terminar este funeral, donde el ministro del Interior Corcuera pronunció esta frase dirigida a los votantes de HB, que es como entonces era conocida Batasuna: "Que se den cuenta de una vez de lo que hacen sus gudaris; en realidad son gudaris de mierda".

Los dos policías que sobrevivieron también tenían nombre y tampoco lo recuerda casi nadie: Enrique Fernández y Cruz Adeva.

A Cruz tuvieron que amputarle los dos brazos. Nueve personas que transitaban por la zona camino del fútbol también resultaron heridas. Entre ellas, un niño.

Quienes vivían en Sabadell la tarde del 8 de diciembre de hace treinta años podrían hacer suyo este salmo que dice: "Yo no hubiera querido que la vida me entregara esta historia. Yo no hubiera querido que la muerte me entregara esta historia. Pero la vida y la muerte me la impusieron y yo no puedo hacer otra cosa que no olvidarla".