Hace ya tiempo que hemos entrado en esa fase de un conflicto en el que el objetivo de los contendientes ya no puede ser empatar, ya no hay acuerdo posible. Sólo sirve ganar y además se pretende ganar por goleada, sin piedad. Rajoy ha tenido que elegir entre dos opciones, y ninguna buena. Podía permitir la votación para evitar el enfrentamiento y no dar una imagen represiva. La otra opción era impedir el referéndum utilizando los medios que se consideren necesarios aunque eso puede resultar antipático. Rajoy ha elegido este plan B porque el plan A era inviable. Supondría una inaceptable muestra de debilidad del estado ante una evidente ilegalidad. A cambio, el cambio el estado tiene que asumir el coste, pero ya se sabe que en política toda decisión tiene un coste.