Margaret Keenan, la encantadora dama de 90 años con un pijama muy provocador fue la primera ciudadana británica en ser vacunada. El segundo, William Shakespeare, pero no el que murió el mismo día que Cervantes -aunque haya un error de fechas, según el calendario gregoriano-. Aquel dulce cisne de avón, llamada así por su ingenio, delicadeza y dandismo, nació dos meses antes de la peste y escribió algunas de sus obras confinado, aunque murió de repente después de tomarse unas copas con unos amigos.
Las autoridades del Reino Unido informan de que las dos personas están muy bien, pero han alertado de dos casos de alergia. Aquí, hemos de tener mucha paciencia con la vacuna y con el Gobierno, que nos dijo que Alemania y España iban a ser las primeras en ser vacunadas. Ya saben, el proverbio: el castigo del embustero es no ser creído cuando diga la verdad.
Ahora, la Puerta del Sol acusa a Moncloa de reducir en un tercio las cantidades de vacunas que había prometido para el mes de enero. Nos quedan unos meses duros en los que habrá que vacunarse contra el amarillismo, los bulos, los indecisos, los negacionistas y las milongas del Gobierno.
Las copas que bebía el cisne eran de Jerez, como las que se atizaba gordo y cocido, el más deslumbrante payaso de la historia, el que profetizó que los Reyes terminarían sentándose en el trono de su culo. Acertó. Ahora no les dejan volver a palacio, ni siquiera en Navidad.
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Según el bufón, un buen jarro ilumina la cara como un faro. Para darle las gracias a Shakespeare, le esculpieron el siglo pasado una estatua en Jerez de la Frontera. Así que viva el bardo y viva el vino.