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Fernando Ónega: "El silencio de Sánchez suena a cautela. Enzarzarse pondría en peligro su investidura"

Los silencios de Pedro Sánchez son un clásico y merecen una tesis doctoral. Hubo uno muy sonado, cuando Pablo Iglesias identificó al PSOE con la cal viva, y ahí tienen a ambos líderes dándose abrazos, dos por día, y Pablo llorando de emoción.

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Madrid |

Este fin de semana hubo otro silencio, muy lamentado por la derecha, cuando Sánchez no replicó a la portavoz de Bildu por sus ataques al rey y a la Constitución. Y ayer, el tercero, cuando la señora Bassa, que tiene a su hermana Dolors en la cárcel y se vio con legitimidad familiar para llamar al PSOE verdugo. Tampoco replicó Sánchez, y se me pregunta cómo se debe interpretar. Yo no puedo entrar en los pensamientos más íntimos del presidente, pero suena a cautela. Quizá piense como Meritxell Batet, que todo eso es libertad de expresión. Y quizá piense que enzarzarse con Bildu o con Esquerra pondría en peligro su investidura.

Toíto te lo consiento, menos que me dejes compuesto y sin gobierno. Es una forma de medir el volumen de las tragaderas en estado de necesidad. Son algunos de los sapos más visibles que empezó a desayunar. Casi peor es escuchar que quien le da la presidencia dice que la gobernabilidad de España le importa un comino. Ahí el silencio de Sánchez es un “ya lo sabemos, lo que queréis es otra cosa”. Pero el señor presidente, hombre pragmático que en ese momento tenía la presidencia al alcance de la mano, hizo de la necesidad virtud y aplicó lo de Quevedo: “ande yo caliente y ríase la gente”.