No hay inconveniente en utilizarlo para referirse a Esperanza Aguirre o Ana Botella. Porque son muy de derechas y no tienen acceso a los privilegios con que Podemos establece las fronteras del machismo.
Y machismo es, según Irene Montero, airear en la prensa el tabú que todo el mundo conocía, su relación sentimental con Iglesias, y que Podemos había logrado encapsular, el tabú, so pena de organizar una campaña de intimidación a quien osara a transgredirlo.
Ha caído por su propio peso, el tabú, y se ha precipitado la campaña de victimismo machista. Por supuesto que el machismo es una tragedia cultural y sociológica en España, pero se antoja bastante frívolo que Montero convierta el machismo en una armadura de su inviolabilidad.
Machista es, por ejemplo, cualquier argumento que cuestione su competencia política. Machista es plantear incluso que Iglesias y Montero, pareja sentimental, se han convertido en el binomio político que manda en Podemos. Y machista es quien objeta a Iglesias el nepotismo.