Monólogo de Alsina: "Aunque Podemos mengüe en cada encuesta sigue teniendo la llave del palacete en el que Sánchez duerme"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre la conferencia que pronunció ayer Pedro Sánchez en la que abordó las recetas para afrontar la crisis provocada por el coronavirus y sobre cómo Sánchez depende de Podemos y cómo Podemos también es rehén de Sánchez.
Una ventaja de llevar mascarilla es que no te ven cuando bostezas. Durante los cincuenta y ocho minutos de concierto-chapa que el presidente les colocó ayer a los del Ibex pudieron todos ellos bostezar varias veces sin temor a ser cazados por los fotógrafos. Sí, se aburrieron. Entretenida no fue la perorata. Y corta tampoco. Si Pedro Sánchez fuera cura, la misa duraría una semana.
Podría haber ido directamente a la morajela ---unidos podemos--- y habría quedado el acto más redondo. (Lo de redondo lo digo sin doble intención. Y lo de unidos podemos también, porque al final el mensaje del presidente era éste: unidos podemos sacar adelante el país y no os preocupéis tanto por Podemos que ya me encargo yo de que sigan mansos. Que Iglesias no os quite el sueño). Ni una palabra sobre el impuesto de sociedades, la reforma laboral o cualquier otra bandera que pudiera incomodar a Botín, a Galán, a Fainé, a Brufau o a Florentino.
Entusiasmar, es verdad que el discurso sólo entusiasmó al pianista James Rodhes. Entre el resto del público la acogida fue aceptable pero fría. Al presidente le funciona mejor, va más en su estilo, el eslogan conciso ---‘no es no’, ‘sí es sí’, ‘no hay plan B’, ‘sí que hay’, diga usted tres veces unidad---...que la lírica pretenciosa, que ahí se le nota forzado: esto de ‘somos una única humanidad’...o ‘el virus no entiende de izquierdas y de derechas’, que también lo dijo ayer, como si hiciera falta recordar que no es el virus sino los dirigentes políticos como él quienes están todo el tiempo pendiente del carné que tiene el de enfrente.
Ayer se gustó en el papel de animador de convención de vendedores, empalmando mensajes de autoestima colectiva que, naturalmente, incluyen la autoestima personalísima. Al líder, que es él mismo. El líder en torno al que hemos de unirnos para sacar adelante el país. Para sacarlo del hoyo en el que está, por la pandemia, por la recesión, por el paro y por las averías que arrastramos desde hace décadas y que no ha habido gobierno que haya sido capaz de solucionarlas del todo.
Me gustó este gesto de humildad que tuvo ayer Pedro Sánchez al reconocer que sacar adelante España no le corresponde sólo a él, que el país son sus empresas, sus trabajadores, sus profesionales. En efecto, presidente. Pero esto es así siempre, eh, con pandemia y sin pandemia. El país lo sacan adelante la gente corriente. Del gobierno lo que se espera es que resuelva los problemas que entorpecen esa tarea. Que ayude a quienes echan el resto todos los días. Insisto: con pandemia y sin pandemia.
Confundir el país con los gobiernos es muy propio de los gobiernos.
El mensaje que ayer lanzó el presidente es el correcto. En tiempos de recesión, de epidemia, de pésimas perspectivas en todo lo suyo es decidir qué es lo mejor para España y empezar a hacerlo cuanto antes.
Ojalá fuera cierta su determinación para alcanzar un nuevo clima político, de unidad y concertación, o sea, todo lo opuesto a lo que cultivó para llegar a donde hoy está. Y ojalá empiecen mañana mismo los hechos. La demostración de que por él no va a quedar para intentar pactar con la abrumadora mayoría de la cámara. ¿Qué hechos? Pues el primero, explicar a qué está dispuesto a renunciar él. En qué está dispuesto a ceder el gobierno para que los demás, el PP, Ciudadanos, el PNV, también cedan. ¿No dice Sánchez que esta calamidad de epidemia lo ha cambiado todo, que una situación como ésta no se veía desde hace cien años? Pero a la vez dice que su programa de investidura no se toca. Hay una línea roja: su programa de gobierno de enero y su pacto con Podemos. Eso es sagrado. Pues hombre, si se trata de cambiar el clima igual te toca cambiar también una parte del programa. Y si le ofreces al PP llegar a un término medio y te dice que no, entonces será a Casado a quien haya que preguntarle si lo que tiene en la cabeza son los intereses del país o la calculadora electoral ante un posible descalabro.
Si consiguen explicarnos a todos claramente en qué coinciden y en qué discrepan igual hasta empezamos a creernos las cosas que están diciendo.
Y tú dirás: es que los antecedentes de Sánchez no ayudan a hacer creíble su fe en la concertación. Después de todo, es el inventor del ‘no es no’, el líder que intentó tumbar los Presupuestos que había pactado Rajoy con Ciudadanos y el PNV, mira tú por dónde, Ciudadanos y el PNV, los mismos socios que él busca ahora. Lo que tú quieras, pero es el único presidente de gobierno que hay. Y el único que puede haber con la distribución de escaños que hoy tiene el Parlamento.
Él tiene la iniciativa, tiene el deber y tiene la mayor responsabilidad para sacar el país adelante. No la única, pero sí la principal porque para eso tiene lo que él más ama: el poder. Y a Pablo Iglesias, al que no ama pero que tiene también su cuota de poder porque sin él nunca habría llegado Sánchez a la Moncloa. Sin Iglesias no habría habido ni moción de censura en 2018 ni investidura en 2020. Puede que Podemos vaya menguando y menguando en cada encuesta de intención de voto pero sigue teniendo la llave del palacete en el que Sánchez duerme. El uno es rehén del otro y el otro es rehén del uno.