OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Ya me conformo con que se encuentre pronto el fármaco paliativo que nos enfríe un poco este infierno"

Diario de la pandemia. 25 de marzo. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.

Carlos Alsina

Madrid |

· Cloe tiene un corazón nuevo y los médicos del Gregorio Marañón están contentos porque ven que evoluciona bien. Su madre está aún más contenta porque la niña ha abierto ya los ojos, y unos ojos de una hija para una madre son como una inyección de confianza en que tutto va a ir bien. Cloe tiene un año y medio y tenía un corazón averiado porque el músculo se contraía poco y bombeaba mal. Hace un mes la cosa se puso fea y la incluyeron en la lista de espera de trasplantes para críos. La donación llegó en estos días convulsos y la madre temió que, precisamente por ser los días que están siendo, el órgano se perdiera. Pero no ha sido así. Siete horas de operación y Cloe se recupera en la UCI. Hay vida, y hay niños, y hay trasplantes a pesar de la pandemia. Hay una madre agradecida a los otros padres.

· Ángeles me habla de otros ojos. ‘Los más bonitos del mundo’, me dice. (Temo haber abierto aquí una competición sobre la belleza ocular de las abuelas). Son los ojos de su madre, grises y verdes, de un color imposible. ‘Necesito creer’, escribe Ángeles, ‘que en medio de este caos aún hay tiempo en el hospital para que alguien de a los enfermos el cariño que sustituya al que quiséramos darles nosotros’. Las horas pasan a cámara lenta, encerrada en casa con dos hijos a los que no quieres asustar pero temiendo que llegue la noticia. Temiendo una llamada del hospital y, a la vez, necesitando una llamada que te informe. La carta me llegó ayer y le añadió Ángeles esta última frase. ‘Mi madre ha muerto esta mañana, 24 de marzo, en el Ramón y Cajal’. Recibió la llamada para comunicarle el desenlace.

· Creo que nunca habíamos hablado tanto, y tan seguido, en los medios de comunicación de los mayores. Y me duele pensar que también a esto hemos llegado tarde.

· Tengo delante la circular que ha llegado a los centros de atención primaria de Madrid. Los médicos de familia. Que son los que están más cerca y los más trato cotidiano tienen con los pacientes. La consejería de Sanidad les traslada la guía de instrucciones para decidir qué paciente de coronavirus puede ser trasladado a un hospital y cuál debe permanecer en casa. O sea, cómo elegir para aliviar la presión en los hospitales. Cómo elegir significa a quién elegir. La obligación ética, dice la circular, para procurar el mayor bien al mayor número de personas posible. Hay una escala del uno al nueve, escala clínica de fragilidad, la emplean en los servicios de urgencias y ahora tienen que tenerla consigo también en la atención primaria. El uno es una persona activa y en buena forma; el nueve, un enfermo terminal. Pacientes que se encuentren en el ocho o el nueve de la escala, fragilidad grave, no son susceptibles de traslado. Tratamiento en casa: palomilla subcutánea y cloruro mórfico.

· El otro día comenté con Taboada, en el Radioestadio sin estadios, que intuyo que los médicos necesitan sentir estos días nuestra comprensión. Y mascarillas, claro, antes que nada necesitan mascarillas, batas y respiradores. Y más manos. Pero también, que entendamos las decisiones que están teniendo que tomar. Las elecciones que están obligados a hacer.

· Salvador Illa debe de ser ahora el ministro más conocido del gobierno. Quién se lo iba a decir cuando le tocó en el reparto una cartera mayormente hueca. Le oigo decir que es la hora de la solidaridad con Madrid. Y traduzco que está pidiendo que los gobiernos autonómicos de regiones donde el coronavirus ha impactado bastante menos se ofrezcan a enviar medios y personal a la capital del país. El llamamiento me suena bien ---solidaridad es una palabra con buena prensa--- pero de inmediato me pregunto qué hace el ministro pidiendo cuando tendría que ordenar. Cuánto más ha de crecer la epidemia en Madrid para que se movilice, en ayuda, el resto del país. En Cataluña hubo más contagiados nuevos ayer que en Madrid. Pronto la solidaridad será necesaria también con los hospitales catalanes.

· Oigo al gobierno andaluz ofrecer respiradores en préstamo: ha hecho recuento de todos los que hay en clínicas privadas andaluzas para saber de qué dispone y qué puede ofrecer. Celebro que lo haga. Aunque confieso que todo esto (el recuento de los medios disponibles y las necesidades urgentes) se había empezado a hacer hace diez días, cuando se puso España en estado de alarma y se conjuró el gobierno para movilizar de inmediato todos los recursos existentes. De inmediato no puede significar que diez días después aún estemos valorando qué tenemos. Y qué nos falta. Cuántos días pronosticando que esta semana sería dura y aún no sabemos cuántos respiradores pueden enviarse de emergencia a Madrid. O a Barcelona.

· En Francia van a emplear trenes medicalizados para trasladar pacientes de unas regiones a otras. De las más saturadas a las que lo estén menos. Si algo tenemos en España, me digo, son trenes. En dos horas un paciente de Madrid puede estar en la UCI de Valladolid. O de Toledo.

· En Nueva York usan el símil del tren bala para explicar la velocidad a la que ha llegado el tsunami. Veíamos la epidemia llegar creyendo que era un tren de mercancías, tenemos tiempo, y ahora vemos que era un tren bala. Ha impactado en la estación mucho antes y provocando un siniestro.

· Leo que el gobierno de Italia podría extender el confinamiento hasta el mes de julio. Y el vértigo me impide seguir leyendo. Todo, estos días, es anómalo, estamos aprendiendo a vivir con nosotros mismos en un mundo distinto, pero la idea de seguir así, sin viajes, sin calle, sin vernos, hasta el mes de julio no soy capaz de digerirla. Me pregunto si es posible acostumbrarse a una vida como ésta.

· He leído con interés a un señor de Burgos. Que trabaja en los Estados Unidos y es virólogo. García-Sastre. Le preguntan en El País cuánto durará la epidemia y dice que un año. ¿Con vacuna? Con vacuna y sin vacuna. ¿Ayudará el verano a reducir los contagios? No se sabe. ¿Por qué el virus mata más a los hombres que a las mujeres? No sabemos. ¿En qué hemos fallado? Es muy difícil saberlo. Noto que ahora me fío más de quien responde ‘no se sabe’ a algunas preguntas que de aquellos que pretenden saberlo todo. Conozco gente que emplea cada minuto del día en refutar lo que dicen los demás ombligueando en la auto condecoración permanente. Son tan buenos elogiándose a sí mismos que aún no entiendo cómo no se confinaron en casa desde enero. Al virólogo de Burgos le hacen también esta pregunta: ¿Habrá fármacos efectivos antes de que pase el pico de la epidemia? Responde: no. No hay fármaco que cure milagrosamente una enfermedad vírica. Encontraremos alguna sustancia que disminuya las muertes y los casos severos, pero no habrá nada que lo frene por completo.

· Pienso en las UCIs y en el Palacio de Hielo y ahora ya me conformo con que se encuentra pronto esa sustancia parche, el fármaco paliativo que nos enfríe un poco este infierno.

· El gobierno informa de que negativo el test que se le hizo a Carmen Calvo y lo celebro, aunque no veo que se informe de cuál es entonces la infección respiratoria que sufre y sí veo que se le añade al negativo estas dos palabras: no concluyente. No sé muy bien qué es un negativo no concluyente, pero quiero pensar que no posible esto que cuenta VozPópuli, que en realidad la vicepresienta ha dado positivo pero el gobierno lo camufla. El estado de alarma no faculta a nadie para restringir la verdad.No hay decreto que justifique ni la ocultación ni el engaño. Seguro que el gobierno, fiel a la transparencia que se atribuye, aclarará el asunto. Y seguro que empezará a hacer ruedas de prensa de verdad, telemáticas, sí, pero con participación directa de los periodistas que preguntan. No puede ser que el único que hace, en realidad, esté preguntando al gobierno (seleccionando y ordenando las preguntas) sea el secretario de Estado. Y no parece que ténicamente sea tan difícil resolverlo.

· Eloísa me cuenta que antes nos escuchaba veinte minutos. Lo justo para ir de casa al trabajo, el despacho, las reuniones. Ahora está ahí el programa entero. ‘Ahí’ es en su casa, un precioso lugar donde el silencio es tan intenso que le despierta el arrullo de las palomas. Hasta ahora ella no se fijaba, pero ahora que las observa ratos largos ha comprobado que cada rama tiene una dueña y si aparece por allí la paloma que no toca se arma un zureo de cuidado. ‘Tengo setenta años y soy asmática, imagina, como me pille el virus ya me puedo encomendar a dios. Y ya es mala suerte que ahora que he conseguido publicar mi primera novela, Mujeres de Hojalata, me quede sin promoción y sin presentaciones’. A Eloísa le agradezco el humor. Y que nos escuche ahora todo el rato.

· El restaurante hotel El Hacho, en un área de servicio en la A-92, Sevilla, ha ideado la manera de ofrecer servicio nocturno a los camioneros. Abrir, no pueden abrir, pero dejan una camioneta con bebidas, nevera, café y cosas de comer para los transportistas. Y no lo sabemos porque lo hayan contado ellos. Lo ha contado un camionero.

· A La 8 de Castilla y León, que es una tele, le debemos esta declaración, sincera, de una señora que vio pasar el tractor que está desinfectando el pueblo y se asomó en mal momento a la puerta.

· Juan, que es farmacéutico, ha tuiteado un vídeo. Se ve a sus dos chavales trasteando en el ordenador para ponerle una canción de bienvenida al regreso del trabajo. Dice que hace cuatro días él hizo sonar en el balcón esa misma canción, que tiene letra en italiano. Y a los enanos debió de pegárseles (porque es muy pegadiza). Mira cómo la cantan.

Se han puesto el vídeo con la letra que hizo Diego Fortea y se han dado al karaoke. Ten cuidado, Juan, porque se la están aprendiendo entera. Como todos los oyentes de este programa. Sí, tú también, aunque digas que no te gusta. Repite conmigo las tres palabras bálsamo. Facciamo. Finta. Che.

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