El monólogo de Alsina: "Según las últimas encuestas, en abierta discrepancia con el coronel Tezanos, el PSOE se dejará algún escaño"
Están como los futbolistas. Concentrados. ‘Preparando el debate’, dicen sus jefes de campaña. Buscando el golpe de efecto, el marcar la diferencia, el quedar mejor que los demás sin dejar de predicar los mismos sermones y los mismos salmos que llevan predicando desde que empezó esta campaña.
ondacero.es | Carlos Alsina
Madrid |
Y esta campaña empezó, se lo recuerdo, hace ciento noventa días. La noche del 28 de abril. ‘Con Rivera, no’, gritaba un grupo de militantes en la calle Ferraz. Y, en efecto, con Rivera no fue y con Iglesias, tampoco. Al único portavoz parlamentario al acabamos viendo pedir a gritos, dejándose las pestañas, la investidura de Pedro Sánchez fue Gabriel Rufián.
Concentrados están los candidatos. A las diez de la noche es el debate, con los cuatro que ya debatieron dos veces en la campaña de abril y con uno que debuta: nunca se le ha visto a Santiago Abascal en una de éstas. Como es el nuevo, es el que puede dar la sorpresa ganando a todos los demás (el debate, que no las elecciones), pero también es el que puede quedar peor, desubicado y defraudando más a su parroquia. Nunca se sabe. Un debate se parece poco a la exaltación mitinera en la que nadie te lleva la contraria ni intenta ponerte en apuros. Y los cuatro reincidentes -–Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias— llevan mucha mili en esto de los platós y los cuerpo a cuerpo.
En la campaña de abril quien más pericia demostró ante las cámaras fue Pablo Iglesias, en el segundo debate sobre todo. Tan bien le fue en su papel de hombre de la calle escandalizado por la pelea de barro de los políticos que Echenique dijo aquello de que, con un debate más, habrían ganado las elecciones. No les dio para ganarlas (palmaron treinta escaños y más de un millón de votos) pero sí para reivindicarse como el socio necesario para que Sánchez fuera investido. Y para ponerle un precio a esa investidura que el aspirante, al final, decidió no pagar. Iglesias convirtió la negociación en un pulso y desdeñó la vicepresidencia y los dos ministerios que Sánchez le había ofrecido formalmente. Porque, en efecto, se los ofreció, por más que el PSOE pretenda convencernos a todos ahora de que fue Sánchez quien no quiso el gobierno de coalición. Quien lo rechazó fue Iglesias creyendo que en septiembre le pagarían lo que había pedido. Llegó septiembre y no hubo nada. La estrategia morada patinó. La estrategia naranja, ni le cuento. Dio por hecho Rivera que habría investidura de Sánchez con los votos de Iglesias y los independentistas, lo confió todo a hacer oposición a un gobierno que aún no existía –-la banda, el plan Sánchez, la habitación del pánico— y acabó improvisando una operación rescate de sí mismo presentándose como el salvador de la patria con las tres condiciones aquellas que le puso al PSOE cuando ya nadie creía que la disposición de Rivera al pacto fuera en serio. Porque no lo iba.
Hoy las últimas encuestas publicables dicen, en abierta discrepancia con el coronel Tezanos, que el PSOE se dejará algún escaño este domingo, que Iglesias se dejará uno de cada cuatro que tenía y que Errejón será un bluff. Lo que le araña a Podemos se traduce apenas en cuatro o cinco escaños y apenas le sirve al PSOE para compensar su propia mengua, porque se da por hecho que los escaños de Errejón hay que sumarlos a los que saque Sánchez. Raro será que no acabe integrado Más País en el grupo parlamentario socialista a lo Diego López Garrido de otros tiempos.
Y dicen las encuestas, sobre todo, que Albert Rivera puede estar viviendo sus últimos días como líder indiscutido de Ciudadanos. Si las urnas coinciden con las encuestas, pasará de 57 escaños a alrededor de 20. Del 16 % del voto a la mitad. Y si eso pasa, el perito se personará en la sede de Ciudadanos el lunes y declarará siniestro total. Con esos datos, a Rivera no le quedará otro camino que el que conduce a su casa. Casado encajó el mayor desplome en abril –-el hundimiento del PP— pero él era primerizo y el desgaste de las siglas era menos achacable a él que a Rajoy y al marianismo. El presidente que en la moción de censura se dio a la fuga.
De aquí al domingo aún pueden pasar cosas que favorezcan las expectativas de unos y condenen las de otros. Sólo una petición: que el domingo por la noche ninguno de los líderes suelte la pavada ésta de que ‘le han ganado a las encuestas’. El único dato con el que habrá que comparar la cosecha electoral de cada uno, para saber a quién han premiado los votantes y a quien han castigado, es el de los escaños que tuvieron en abril.
El Rey ha viajado a Barcelona pretendiendo que forma parte de su agenda normal pero sin desvelar la agenda para no dar pistas a los montapollos indepes obsesionados con liársela.
Anoche no se informó ni de cuándo ni cómo llegaría el jefe del Estado a Cataluña. Tampoco de dónde se iba a alojar la familia real. Por más empeño que se ponga en diluir el asunto, tanta reserva sólo existe cuando el rey viaja a lugares de riesgo. Las medidas de seguridad que acompañan ya cualquier desplazamiento de Felipe a Barcelona no son, ni de lejos, las que se toman cuando viaja a otro lugar de España. A Girona ya ni siquiera se lo plantea. Si hoy se van a entregar los premios de la Fundación Princesa de Girona en Barcelona es porque Girona ya se dio por perdida.
La princesa Leonor hará esta tarde su primer discurso oficial en tierras catalanas. Alternará el español y el catalán, como es costumbre en la familia real. Un gesto que en otros tiempos era magníficamente recibido por el catalanismo en general y el nacionalismo en particular y al que ahora nadie le va a dar la menor relevancia. Antes incluso de su llegada ya estuvieron anoche los meterruido de los CDR, el tsunami y toda la santa compaña alrededor del Palacio de Congresos para mostrar la legendaria hospitalidad del independentismo en Cataluña.
En la víspera de la presencia de la familia real, Esquerra Republicana y los puigdemones (los dos partidos que gobiernan la autonomía) volvieron a cargar las tintas contra los borbones en sus mítines de campaña. En esto tampoco hay diferencias. Pere Aragonés se ocupó de reiterar la matraca de que Felipe es heredero del franquismo porque a don Juan Carlos lo escogió el dictador. Lo hizo, encantando de calentar el terreno, en un mítin con un diputado de Bildu, el partido hermano de Esquerra por cuyo líder, Otegi, suspiran los de Junqueras. Éste es el Pere Aragonés al que Sánchez definió ayer en La Vanguardia como un dirigente moderado.
Si éste es el razonable, cómo serán los que no razonan.
SEGURO QUE TE INTERESA
El debate electoral a cinco, en La Brújula con Juan Ramón Lucas
El PSOE ganaría las elecciones con menos diputados y VOX se consolida como tercera fuerza
La Familia Real ya está en Barcelona para los premios Princesa de Girona