OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "De tanto querer sumar, Podemos se ha dividido"

Se ha quedado una mañana estupenda para la izquierda en Madrid. No hay peor enemigo que aquel que una vez fue tu íntimo amigo. En el afán de sumar, y sumar y seguir sumando, ahora en lugar de un Podemos hay dos. Lo que va quedando de Pablo Iglesias y el Partido Carmenista por el que ha fichado Iñigo Errejón.

@carlos__alsina

Madrid | 18.01.2019 08:13 (Publicado 18.01.2019 07:59)

Con este tono mortuorio inicia Iglesias su carta sonora a los militantes de su partido (perdón, a los inscritos y las inscritas). La elegía por su hiperliderazgo abatido y por aquello que pensó que llegaría a ser su partido. La condena al traidor, sentenciado, repudiado y, en adelante, proscrito. Él ha iniciado un nuevo proyecto personal, dice el hombre dolido. Es él quien se ha ido.

En Madrid, plaza estratégica para todos los partidos, desde ahora tres izquierdas:

• El PSOE sanchista. Donde se hace lo que diga Pedro.

• El partido de Irene y Pablo. Pareja imperial de Podemos con Monedero de rasputín rapero.

• Y el Partido Carmenista, que se hace llamar Más Madrid. O sea, Errejón acogido por Manuela.

Hasta ahora Podemos venía siendo no tanto un partido como una federación de con-fluencias. Ahora también tiene escisiones. La escisión íñiga. Confluencias y escisiones. Pablo Iglesias no controla las primeras y no ha visto venir la segunda. Si al secretario general le organiza una operación como ésta su principal rival interno y no se entera hasta que ya se está consumado, la ineptitud del secretario general no es una opinión, es un dato.

El carisma de Pablo ha resultado ser inversamente proporcional a su talento (y su talante) para dirigir un partido. Y la lealtad de Íñigo Errejón a la organización en la que milita y que le ha puesto donde está (o donde estaba), de candidato, ha resultado ser una lealtad bien pequeñita. Con la coartada de sumar lo que ha buscado es diluir. Diluir el poder de Pablo Iglesias diluyendo la marca de Podemos y acogiéndose al paraguas de Manuela Carmena. Es posible que la estrategia de Errejón sea acertada, que haya más ciudadanos dispuestos a votar a un contenedor de partidos y colectivos identificado con Carmena y con él mismo (antes de que proliferaran los politólogos a esto se le llamaba una ensalada) que a votar al partido Podemos. Pero la estrategia y las alianzas, en un partido serio, no las decide el candidato. Las decide la organización. Más aún en un partido que presumió desde su nacimiento en dar voz a los militantes —perdón, los inscritos e inscritas— para que fueran ellos quienes tomaran las decisiones. Ya sabemos que a la hora de hacer las listas esto ha sido un cuento chino. Como sabemos que si Errejón llegó a ser candidato de Podemos es porque así lo quiso el zar Iglesias después de arrollarle en el congreso aquel de Vistalegre II. A Errejón lo hizo candidato Pablo a dedo y luego lo blanquearon con unas primarias tuteladas. Ahora el candidato le monta una candida-tura distinta al líder y pone cara de no haber hecho nada ni anómalo ni reprochable.

Errejón ha hecho una aportación inédita a nuestra vida política. Hasta hoy existía el transfuguismo: alguien que era de un partido y se pasa a otro. Lo que no habríamos tenido es transfuguismo de marca electoral. Te eligen para encarnar una y, sobre la marcha, tú la cambias. Más Madrid, menos Podemos. Más Errejón y Carmena, menos Pablo Iglesias. Y menos Irene. Y menos Echenique. Y menos Monedero.

Ya no hay dudas, en efecto: de tanto querer sumar, Podemos se ha dividido. Se consumó la voladura. No puede fingir sorpresa Errejón por el globo monumental que se ha agarrado la dirección de su partido y no puede extrañarle que se vea como una traición.

• Porque Errejón certifica que Podemos es una marca perdedora. Por eso no la quiere.

• Porque Errejon certifica que él, dentro de Podemos, también lo es: pierde todos los pulsos. Y por eso ha elegido la vía de los hechos consumados.

Él quiere verse todavía como candidato de su partido porque así fue proclamado. Pero en Podemos ha empezado la búsqueda de un candidato, o candidata, nuevo y lo bastante potente para ganarle el pulso en las urnas. O de aquí a mayo hay reconciliación, que no parece, o el primer objetivo de Irene y Pablo será humillar a Iñigo demostrando que sin Podemos detrás no es nadie. ¿Lo es o no lo es? Eso es lo que está por ver. Nunca ha sido cabeza de cartel. Se ignora, en realidad, cuál es su tirón electoral. Y encomendarse a Carmena es más eficaz si nadie te disputa el voto de izquierda que si tienes dos rivales peleándotelo. Las tres izquierdas.

¿Cuánto pesa Errejón por sí mismo, sin Pablo Iglesias y contra Pablo Iglesias?