opinión

Monólogo de Alsina: "Cada alta hospitalaria es una victoria y cada abuelo que se salva es un orgullo"

Diario de la pandemia. 26 de marzo. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.

Carlos Alsina

Madrid | 26.03.2020 08:17

· Intento aprender a no tocarme la cara. Me lo está recordando cada día una doctora: de la mano va a la cara y, en la cara, a las vías respiratorias. Ése es el camino del contagio. Leo que nos tocamos la cara dos mil veces al día. Y que el primer paso para evitarlo es darnos cuenta de que lo hacemos. Por un picor, un dolor, un hábito. Recomiendan frenar la mano cada vez que se mueva hacia la cara y apretar el puño hasta que la tentación se le pase. He conseguido bajar de las dos mil veces por día a sólo mil cuatrocientas. Una por minuto. 'Te siguen sobrando mil cuatrocientas', me ha dicho la doctora.

· Kara Goldman también es médico. En Chicago. Ha escrito en una revista especializada la historia de su abuela Eleonor. Bueno, la historia de cuando su abuela era una niña de tres años y se declaró la epidemia de gripe de 1918. La conoce porque ella misma la contaba. La niña enfermó y fue puesta en cuarentena en su habitación. Por sus padres, que le explicaron que no podía salir ni tener contacto alguno con ellos. Ellos también se aplicaron las medidas de aislamiento: pusieron una bufanda blanca en la puerta, que era la forma de decir al resto del vecindario que allí había un caso de contagio, no os extrañéis si no nos veis, evitad acercaos por casa. Aquella niña se pasaba el día mirando por la ventana y escuchando lamentos de familias que perdían a alguno de sus miembros. Eleonor sobrevivió, estudió biología, tuvo tres hijos, tres nietas, cuatro bisnietos y murió con 103 años. Así termina el artículo de la doctora Goldman: 'Tal como hizo mi abuela, quédese usted ahora en casa para que su nieto pueda contar algún día una historia como ésta'.

· María Antonia es abuela, 79 años, y nació en Malpartida, Cáceres. Tiene cinco hijos. Diego, que es el pequeño, me ha contado su historia.

Cada alta hospitalaria es una victoria. Y cada abuelo que se salva es un orgullo.

· No se salvó una abuela de Mataró cuya historia me ha contado Araceli. Falleció el martes, sin familia su lado, como tantas otras personas. Antes de que su vida se acabara, un empleado del hospital llamó a su hija y le sostuvo el teléfono para que pudieran despedirse. Se despidió la hija y pudieron despedirse también los nietos. Araceli me lo cuenta porque escuchó ayer la carta de Ángeles, que se preguntaba si les quedará tiempo a las enfermeras para darle a los ingresados el afecto que sus familias no pueden darles. Encuentran tiempo, sí, para el consuelo.

· Me escribió un colega periodista a media tarde: 'No es soportable setecientos muertos al día, Carlos'. Es verdad. Es un número insoportable. Volverá a serlo hoy. Volverá a serlo mañana.

· Oigo a las autoridades anunciar que habrá material sanitario para todos. Oigo que hacen un anuncio , y otro anuncio, y otro anuncio. No estoy seguro de si dan noticias o rellenan su ausencia con publicidad. Tengo la impresión de que se pasan el tiempo anunciando cosas que alguna vez llegarán, es decir, que todavía no han llegado. En Cataluña la consejera Vergés dice que van a duplicar esta semana el número de camas de UCI. Y que la semana que viene, las habrán triplicado. Se la nota orgullosa de poder proclamarlo con tanta contundencia. Duplicar, triplicar, qué verbos tan sonoros. Suenan más grandes de lo que son. Hago cuentas y me sale que, si ahora hay 600, una vez triplicadas, habrá 1.800 camas UCI en toda Cataluña. En La Vanguardia leo un informe de esa misma consejería que calcula dos mil hospitizados en UCI antes del martes y el pico de la curva para finales de abril. Y me digo que sólo con triplicar no bastará. Cataluña lleva la misma deriva que Madrid: UCI insuficientes y sin respiradores para todos.

· Este WhatsApp es de una médico de Madrid: 'Se está muriendo gente por no disponer de respiradores'.

· Éste es de un médico: 'Estamos ya en el punto de que tener 70 años te deja fuera'.

· Al ministro Illa le escuché detallar el pedido que ha cerrado con un proveedor en China.

Y, al principio, me reconfortó oír la precisión y las cuantías: 432 millones de euros. Pero luego me fijé en los plazos de entrega.

De abril a junio. Hoy es 26 de marzo. ¿De cuántos respiradores nuevos vamos a poder disponer hoy? ¿Uno, ninguno?

Anuncios, anuncios, anuncios.

· Sólo Almeida anuncia lo que ya está hecho: dieciséis respiradores para el hospital de campaña en Ifema. Son pocos. Pero son dieciséis más que cero.

· Un grupo de médicos ha empezado a recoger firmas para que se active ya el traslado de pacientes a UCI de otras provincias. A la desesperada, me digo. Médicos buscando la fuerza de los pacientes potenciales. Los mismos médicos que la semana pasada compartían tutoriales para fabricarse batas con bolsas de basura. Otro whatsapp de otro médico: 'No podemos dejar que la gente se muera por no tener UCI cuando hay camas en otros sitios'.

· Me pregunto si la España cohesionada y solidaria de la que tanto presumimos existe en realidad. Ignoro si ha habido algún ofrecimiento explícito de alguna otra provincia para atender los pacientes críticos que no pueda atender Madrid. Si lo ha habido, no ha trascendido. Empiezo a sospechar que el sálvese quien pueda no es sólo para comprar material en China. Que los gobiernos autonómicos no se fían de recibir material, y personal, de repuesto si ahora ofrecen el suyo a Madrid o a Cataluña. Que el argumento de que tienen que estar preparados por si aumentan los contagios en sus territorios sirve para decirle a Madrid que se busque la vida. ¿Dónde está el corredor sanitario, dónde los trenes medicalizados? ¿Dónde está el mando único? ¿En qué manda, en realidad, el comandante en jefe Illa, ministro de Sanidad cuya autoridad se va achicando en cada comparecencia de prensa?

· Nos quejamos de que la Unión Europea, 27 países, no actúe como si fueran todos uno. De qué nos quejamos, si aquí somos 17 autonomías y anda cada una mirando que no le toquen lo suyo.

· Ayer, por primera vez, sentí asco. Del ciudadano embozado éste que, en La Línea, vocea contra la llegada de ancianos trasladados desde una residencia que se quedó sin personal en otro pueblo.

Primero me pregunté si este compatriota nuestro, tan comprometido con su ombligo, tendrá padres, o tendrá abuelos. Luego me he preguntado si tendrá hijos. Y cómo le explicará a sus hijos que hable con tanto desprecio de ancianos que, en contra de lo que dice él, no se están muriendo. Al revés. Lo que están es sobreviviendo. A pesar de él. Y de su desprecio.

· Apunté ayer en el diario que el primer caso de negativo no concluyente que conocía era el de Carmen Calvo. Y que VozPópuli contaba que la versión del gobierno era un cuento porque, en realidad había dado positivo. Voilá. El negativo no concluyente se convirtió, doce horas después, en positivo confirmado. La vicepresidenta está siendo tratada en la clínica Ruber, por los médicos de la privada que son tan entregados y eficaces como los de la pública. De hecho, y en muchos casos, son los mismos. Los coronavirus del gobierno. Qué raro todo.

· María José, que es muy fan de La España que Madruga, me cuenta que es cuidadora de una residencia para personas con diversidad funcional en Valencia. Jóvenes, gente de mediana edad, algún mayor, que no salen en las noticias. Los olvidados. Tienen distintas patologías que los convierte en colectivo de riesgo. Y los cuidadores están agobiados porque temen ser ellos quienes les contagien el virus de fuera. Sin equipos de protección, que allí tampoco han llegado. A las personas con diversidad funcional es muy difícil explicarles que los besos y los abrazos se han acabado porque son todos muy cariñosos.

· Cada día caigo en la cuenta –-o me hacen caer— de un colectivo al que el confinamiento le crea aún más dificultades que al resto. Hay familias con críos que tienen TEA (trastornos del espectro autista) que no pueden mantenerlos todo el día en casa. No es que no quieran, es que no pueden. No es que quieran saltarse la cuarentena, es que en su caso está permitido salir con el hijo un rato a la calle. Se han inventado una forma de poder ser identificados como padres de hijos con TEA.

El brazalete azul. Cuánta gente se precipita estos días insultando a quien va por la calle sin tener la menor idea de por qué lo hace.

· Maikel escribe desde Chile. Veintisiete años, trabajador social en Barcelona. Se fue el día 13 volando hasta Chile porque no quería perderse el nacimiento de su hijo. Su mujer dio a luz al día siguiente de llegar él. Ahora están confinados: la suegra, la mujer, el niño y él. Sólo que él, como ha viajado desde España y por pura prevención, siempre lleva mascarilla y no se acerca a menos de un metro de los demás. Bebé incluido. 'He sido padre con 27 años y no he podido cogerlo, besarlo ni mimarlo. Duermo en el sofá del comedor y estoy deseando que llegue el día en que podamos dormir los tres juntos'. Dice los tres y no los cuatro porque entiendo que excluye a la suegra.

· He visto al párroco de Arroyo de la Luz, Cáceres, subido al tejado de su iglesia, sotana blanca, para pedirle a Dios que bendiga al pueblo y proteja a los vecinos y he pensado que cada uno aporta aquello en lo que más cree.

· Me hace gracia este tuit de Ana: 'He obligado a los niños a quedarse en su habitación para que no me pisen lo fregao y dicen que es el confinamiento del confinamiento'.

· A Juan, el farmacéutico de Córdoba, le hizo ilusión escuchar ayer aquí a sus dos churumbeles ensayando el Facciamo. Les puso el podcast a la hora de comer y la cara de Guille y Álvaro debió ser de pero qué me estás contando. Qué sabrá el señor éste que habla por la radio de nosotros... Un saludo a la otra familia de Juan, que es el personal del Hospital Infanta Margarita.

· En Madrid hay un colegio italiano al que va (o iba, por ahora se queda en casa) este joven que ha hecho llegar una nota de voz al programa. Él es español e italiano. O sea, una voz autorizada para comentar lo que nos está pasando... con la canción de Ombretta Colli.

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