OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "La condescendencia de Podemos con el Rey o la princesa Leonor huele a interesado postureo"

El día raro. Medio normal y medio no. Entre la fiesta de Navidad y el fin de semana que nos conducirá de cabeza al fin de año.

Carlos Alsina

Madrid | 26.12.2019 08:19

Salvo en Cataluña y Baleares, donde hoy seguimos de fiesta, en el resto del país es jornada laborable y convencional. De esas en las que hay que fichar, cumplir con el horario del asalariado, cumplir con las obligaciones del autónomo, sobrevivir en casa al teletrabajo y el trabajo que da la casa (si es usted teletrabajador) y encontrar tiempo para terminar de recoger y para planificar los días de barullo que aún nos quedan.

Y entre medias, la radio puesta por si hubiera fumata blanca en la prisión. Ya sabe usted que andan estos días con el corazón en un puño los trabajadores del Congreso de los Diputados por si les tocara pringar en sábado. Se le acaba el plazo a la presidenta Batet para convocar pleno de investidura para mañana. Es insólito que todo siga en el aire aún hoy y que nadie se anime a confirmar que, de haber investidura, será para 2020. Tan insólito como que se haga depender la presidencia del gobierno de España de si los abogados del Estado se declaran muy partidarios, poco partidarios o nada partidarios de sacar al señor Junqueras de la cárcel para que se coma el turrón en su casa y disfrutando de la inmunidad europarlamentaria.

Pero es lo que hay. En la nueva España de los Sánchez Iglesias, la Abogacía del Estado puede ser transformada en un chicle que defiende lo mismo una cosa que su contraria. A imagen y semejanza del presidente mutante y sin que éste sea capaz de decirle a Oriol Junqueras que no mezcle una negociación entre partidos con la defensa de los intereses del Estado. La abogacía no es un agente conseguidor de investiduras, es la defensa de las instituciones del Estado ante los tribunales.

A la espera de que unos y otros terminen de poner el huevo, el discurso que este año nos hizo el Rey no pasará a la historia de sus intervenciones relevantes. No lo fue y no lo pretendía. Fue una pieza retórica de compromiso con la ambición de mejorar nuestra autoestima nacional y con el consabido recurso de afirmar que la sociedad española siempre salió airosa de las encrucijadas. Va a ser que no, porque en nuestra Historia nacional hay de todo: unas veces airosos y otras no salimos.

El discurso tuvo como aroma de fondo el esfuerzo del Rey por no incomodar a nadie. Empezando por el gobierno en funciones y su presidente candidato. Huyendo en su discurso del laberinto político en que se ha metido Sánchez al elegir como pareja de baile a dos partidos que apoyan la autodeterminación, que pregonan que hay presos políticos en España y que sostienen que el 155 fue un atraco. Es decir, Podemos y Esquerra Republicana. Los dos patas en que se apoya Sánchez para renovar su contrato de alquiler en la Moncloa.

Y en ese afán de no molestar se produjo un derrape al hablar de la cuestión catalana.

Cuesta entender que un discurso que se prepara con tanta antelación, que se revisa tanto, en el que se mide cada palabra, incurra en el brochazo de confundir una realidad llamada Cataluña con los actos de un grupo de ciudadanos que residen en Cataluña. Sólo le dedicó el rey Felipe a este serial que marca el día a día de la política española ocho segundos. Éstos.

Y siendo una frase tan corta, y tan cargada (según los felipólogos) de contenido –-ese y desde luego como subrayado regio--, cuesta entender que el Rey dijera que preocupa Cataluña a España y no que preocupa en Cataluña y en el resto de España la persistencia de dos partidos políticos y un gobierno autonómico en desdeñar las reglas de la convivencia que rigen para todos.

Al Rey habrá que preguntarle (o habría si alguna vez se dejara) lo mismo que al gobierno de Sánchez cuando éste dice que hay un conflicto político. El conflicto, ¿entre quiénes es? Un ciudadano que vive en Cataluña y que nunca ha vulnerado la Constitución ni ha aplaudido que otros lo hagan, ¿qué conflicto tiene? Y sobre todo, ¿qué conflicto ha causado?

La preocupación llamada Cataluña, majestad, ¿en qué consiste, qué es lo que preocupa? Porque Cataluña no es el independentismo catalán. Cataluña no es ni el gobierno autonómico de antes ni el gobierno autonómico de ahora. Cataluña no es Puigdemont, el prófugo, ni Junqueras, el condenado por sedición, ni Torra, el presidente que delinque. Y la frase del Rey, poco afinada, induce a creer que Cataluña es el independentismo y su arremetida constante contra el Estado. Sólo eso. Y que por eso preocupa.

No era mal momento el discurso de Nochebuena para recordar lo que siempre han dicho las instituciones del Estado: que dos millones de ciudadanos aspiren a independizar una parte del territorio no es un problema para el resto (cuarenta y tres millones); que intenten consumar esa independencia convenciendo a los demás de que cambien las normas que hoy tenemos tampoco es un problema, las leyes están para ser modificadas cuando la mayoría así lo considera; ahora, que un grupo de ciudadanos, por nutrido que sea, desprecie las normas en vigor y los derechos del resto para imponer su voluntad con el único argumento de que son muchos y se han atribuido a sí mismos un derecho.

Eso sí es un problema para los demás, porque les obliga a defenderse ellos y defender sus derechos. No hay conflicto mientras un grupo de personas trata de modificar una ley. El conflicto lo genera quien se salta los derechos del resto. Lo genera premeditadamente porque busca obtener, generando un conflicto, que los demás traguen y se callen. No es siéntate y habla España, es calla y entrégate para que el conflicto, ¿ves qué fácil?, desaparezca.

Esta parte final del discurso también se escribió pensando en la cuestión catalana, aunque no se dijera de manera explícita. Y es la que ha gustado al otro partido del que depende que Sánchez sea investido, Podemos.

Obsérvese que cuando el Rey dice algo que a Podemos le disgusta le recriminan que se meta donde no le llaman: ¡hace política!, vocean. Pero si el Rey dice algo que les gusta, ah amigo, entonces demuestra olfato político.

No consta que el olfato del Rey (mucho o poco) haya cambiado desde el 2017 hasta hoy. Lo que consta es que esta condescencendia morada con el Rey y con la princesa Leonor huele a interesado postureo.

Esquerra no sólo no ve necesario fingirse institucional y parte del sistema sino que se exhibe como adversaria de la Monarquía y del Estado español. Aquí el comentario que emite, sobre el Rey y su discurso, un señor que ejerce de presidente de un parlamento. Torrent.

Contra la Monarquía y contra el Estado español, represor y carcelero. Con razón disfruta este partido de ver cómo los abogados que trabajan para el Estado y cuya función es defenderlo aparecen ante la opinión pública como peones que el gobierno sacrifica para ganarse el favor de Oriol Junqueras.

Diga lo que diga la Abogacía del Estado sobre la sentencia del Tribunal de Luxemburgo, y por mucho que utilice argumentos jurídicos para sostener su criterio (el que sea), nadie le quita ya el lastre de haber sido carne de negociación política. Porque el gobierno ha permitido que así aparezca.

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Vídeo completo del Monólogo de Alsina