El auge de la ultraderecha está poniendo Europa patas arriba, empezando por sus líneas rojas. Menudo trajín con las líneas rojas. En Francia la derecha tradicional, la del que fuera el partido de Chirac y Sarkozy, acaba de echar al traste 40 años de cordón sanitario a la extrema derecha, proponiendo un pacto con el partido de Marine Le Pen. Más que romper el cordón sanitario, Le Pen se lo ha tragado.
Hace 20 años Chirac se negaba no solo a pactar, sino a debatir con Le Pen, padre. Ahora aquel partido moderado tiende la mano a la extrema derecha, porque el que se está hundiendo en votos es él. Le tiende la mano para no ahogarse en la irrelevancia. Aunque con este acercamiento pueden verse absorbidos, se convierten en indiferenciables.
La descomposición del viejo orden político se acelera tanto que no quedan puntos de referencia para saber dónde andan ya las líneas rojas. Cuando el extremo es la opción más votada, ¿cambia el centro de sitio? ¿O los principios deben permanecer intactos? ¿Cómo puede la moderación frenar la extrema derecha? ¿Acercándose a ella o distanciándose más? ¿Ignorándola, desafiándola o imitándola?
Los partidos moderados en Europa, o lo que queda de ellos, andan preguntándoselo a toda prisa mirando muy atentos al órdago de Macron. Tantos años mirando a Francia y Alemania, poniendo sus cordones sanitarios a la extrema derecha de ejemplo, y ahora resulta que demonizar los extremismos se ha demostrado un fracaso. Imitarlos, también.
Normal que ande la derecha española preguntándose qué hacer. Entre Vox y Alvise, se llevan la mitad de todo el voto de chicos, varones, de 18 a 24 años, calcula Kiko Llaneras. Solo Alvise ha conseguido seducir en las europeas a 800.000 votantes a los que Vox ya les parece moderado. Son, sobre todo, hombres menores de 44. En otro momento habríamos afirmado que un partido tan excéntrico no tiene posibilidad de prosperar. En otro momento en el que Le Pen no fuera la favorita, Milei presidente y Trump pudiera volver a serlo.
¿Moraleja?
A los votantes más enfadados ya no les convencen los partidos moderados.