Las campañas electorales van aumentando su influencia a medida que cada vez más ciudadanos deciden su voto en el último momento, justo antes de ir a las urnas. No es una indecisión baladí. Teniendo en cuenta la de cambios de opinión que estamos viendo por el camino, cómo no va el votante a esperar a ver qué pasa hasta el último momento.
Porque Feijóo empezó esta precampaña tratando de evitar a Vox. Hasta nombrarlo le costaba. Reivindicaba no sé qué proporción de votos para gobernar en solitario y subrayaba grandes diferencias. Pero eso era antes. Antes de que las encuestas lo alejaran de la mayoría absoluta. Feijóo reivindicaba autonomía de cada gobierno regional para decidir su destino, pero eso era antes. Antes de forzar el pacto en Extremadura. Ahora en el PP ya saben que, sean cual sean sus principios, todos pueden acabar por tragarse sus palabras por la gobernabilidad de España, es decir, con tal de llegar al poder.
Ayer lo más parecido que hizo Feijóo para marcar distancias con Vox fue decir que no le temblaría el pulso, atención, para cesar a un ministro ultra si llegaran a producirse controversias en su Gobierno. Es decir, el favorito para ganar las elecciones no descarta coalición y da por hecho, por primera vez en alto, que llegado el caso nombrará ministros de Vox. Hasta la cocina.
Derogar el sanchismo para Feijóo ya no es evitar pactos con extremistas, es ya si eso cesarlos cuando metan mucho la pata. Su promesa ya no es que no haya Irenes Monteros de derechas en el Gobierno. Se va limitando a prometer que, a diferencia de Sánchez, Feijóo sí que promete cesar a los ministros extremistas que se pasen de la raya. Todavía quedan 20 días. A este ritmo antes del 23 ya le ha ofrecido una vicepresidencia a Abascal.
Y si en pocas semanas de campaña cambian tanto de sitio las líneas rojas, imagínate en una legislatura. Cómo no va el votante a esperar hasta el último momento para decidirse si hay candidatos cambiando todo el rato sus criterios. Antes, cuando a los cambios de criterio les llamábamos mentiras, al menos el votante tenía derecho a enfadarse si le engañaban en campaña electoral.
¿Moraleja?
No parece muy serio, que en los pactos con Vox, ande el PP cambiando tanto de criterio.