Son las 7:18 y el ex ministro Ábalos sigue siendo diputado. El ultimátum de 24 horas que el PSOE ha dado a Ábalos le da una especie de aire a Jack Bauer. Un Jack Bauer al revés, que en vez de ir contra todos para destapar la corrupción lucha contra reloj para taparla. Como en la serie aquella, 24, debería aparecer un reloj en la pantalla con la cuenta atrás en tiempo real a ver si en los próximos minutos entrega su acta. Si no, ironías del destino, acabaría desterrado en el Grupo Mixto.
La Ejecutiva Socialista del partido del que fue secretario de Organización le da 24 horas para que entregue su escaño y salga con las manos en alto, sin tocar la manta. Y el cortafuegos está abrasando el partido.
Son las 7:19 y Ábalos sigue siendo diputado por al menos tres razones. La primera, porque puede. Puede aferrarse al escaño y apelar a la presunción de inocencia. Insistir en que no está imputado ni su nombre en la instrucción, es verdad, pero él fue quien le dio poder a Koldo.
Y esto nos lleva a la segunda razón. El argumento que el propio Ábalos dio el sábado en laSexta para justificar que sigue siendo diputado. Dijo que "si esto se hubiera producido siendo ministro, es evidente que tendría que haber dimitido". O sea, aceptar las responsabilidades políticas las acepta, pero no dimite porque cree que como diputado dan igual. Como en aquella indemnización en diferido para Bárcenas, al caso Koldo llega la responsabilidad en diferido. La manga riega y al escaño no llega. ¿De verdad cree Ábalos que sus responsabilidad política caduca?
Eso nos lleva a la tercera razón de por qué son, casi, las 7:20 y Ábalos no ha dimitido aún: para ganar tiempo en la negociación de su retiro. Solo que Ábalos no es Kiefer Sutherland, y al término de las 24 horas el caso Koldo no habrá terminado. Acaba de empezar.
¿Moraleja?
Esto no acaba si Ábalos dimite, falta mucho por investigar y falta su desquite.