Muchos llaman a su puerta cuando tienen hambre o se pierden, cuando hace frío, cuando están enfermos o lesionados. Él siempre tiene un plato de sopa caliente para ellos. A sus 37 años ha visto con sus propios ojos cómo los jóvenes se prostituyen por un plato de comida. Y ha decidido implicarse:
"Me piden que cierre la puerta de mi casa y que ponga una valla para que nadie entre. Me piden cuando conduzco por la noche, al regresar de mi reparto ya tarde por la noche...cuando me cruzo con menores de edad o mujeres con niños, me piden que gire la cabeza y no mire. Me piden que cierre los ojos ante los mafiosos que trabajan en la prostitución, en el tráfico de personas (en la frontera), en la pedofilia… y que deje a los niños allí. Y no puedo!".
Cédric se ha convertido en una suerte de héroe del pueblo por encabezar esta lucha clandestina. Y por eso fue detenido en agosto del año pasado y ahora afronta un juicio en Niza, por enfrentarse a las leyes y defender su creencia de que lo correcto es socorrer a las personas que buscan una mejor vida en Europa.
Su sentencia se hará pública el 10 de febrero. Cédric se enfrenta a 5 años de prisión y 300.000 euros de multa por la "entrada, la circulación y permanencia de extranjeros en situación irregular".