EN LA BRÚJULA

El monólogo de las ocho: "Sánchez no tiene una explicación, pero sí un culpable"

Rafa Latorre reflexiona en La Brújula sobre las explicaciones y la gestión del Gobierno del gran apagón que sufrió España este lunes.

Rafa Latorre

Madrid |

El monólogo de las ocho: "Sánchez no tiene una explicación, pero sí un culpable"

Dos conclusiones preliminares a esta hora: Pedro Sánchez no sabe explicar lo que ha ocurrido pero ya tiene un culpable. El mal son los operadores privados. ¿Cuáles? No especifica. ¿Por qué? No lo aclara. De manera que la siguiente conclusión se impone por sí sola. A esta hora el Gobierno no puede asegurar que esto no volverá ocurrir.

Es evidente: como no sabe por qué ha ocurrido no puede asegurar que no volverá a ocurrir. Pero lo importante ya lo tiene, que es un culpable. Ahora empezará a escribir el relato, una narrativa oficial para expiar cualquier tipo de responsabilidad. Empezando por designar a Red Eléctrica como uno de esos operadores privados. Un organismo cuyo mayor accionista es la SEPI y que tiene una presidenta de extracción política a una exministra socialista, Beatriz Corredor. Ayer presumían de que esto jamás podía ocurrir porque España tiene, decían, el mejor sistema energético del mundo. Hoy la historia es distinta.

Pedro Sánchez se ha reunido hoy con la empresas de la energía en Moncloa. Es un sector reguladísimo, de una intervención estatal continua y estable, como debería ser el flujo de electricidad en nuestro país. La reunión se produce horas después de que su tercera comparecencia desde el comienzo del apagón señalara a los operadores privados. Sánchez no tiene una explicación pero sí un culpable. Ha comenzado a construir una historia en la que su gobierno no tiene ninguna responsabilidad en lo ocurrido y para ello es preciso un argumento de autoridad. De ahí que vaya a montar una comisión de investigación.

Si considera que Red Eléctrica es un operador privado, ya puede imaginar lo que significa que esa comisión es independiente. Lo cierto es que el Gobierno se ha enfrentado a Red Eléctrica y contradice su versión de lo ocurrido en los cinco segundos en los que una fluctuación de la oferta energética provocó una caída fatal del sistema que sumergió a España en una situación de suministro cero.

A esa hora el mix energético era de 78% de renovables, con un 60% de solar fotovoltaica, 12% de eólica y 11% de nuclear con ciclos combinados con menos de 1.000 megavatios (3,3%). Entonces desaparecen los 15 Gigavatios, de los cuáles 10 Gigavatios son de fotovoltaica. Eso hace caer el sistema.

La primera conclusión, nos había dicho que era el mejor sistema del mundo y hoy el presidente del gobierno no sabe siquiera decir qué ha podido tumbarlo. Es más, cuando ya todos han descartado la hipótesis del ciberataque, él sigue alimentando las suspicacias en torno a un sabotaje. Han pasado 31 horas y media desde el apagón y el gobierno todavía no puede o no quiere descartar que sea un ciberataque. Nadie baraja ya esta hipótesis. Nadie excepto el gobierno español y, si toca, la comisión de investigación que le ayudará a escribir su relato. Maldita palabra: relato.

La cuestión está en, primero, despojarse de cualquier responsabilidad. Segundo, hacer olvidar su pavorosa falta de liderazgo. Y tercero, impedir cualquier tipo de análisis acerca del exceso de renovables o de que la ideología ha vuelto a desplazar prioridades como la eficiencia y la seguridad. Y una vez hecho esto desplegamos el manual de la pandemia, que consiste en la usurpación de la conciencia cívica, la aspersión de clichés patrioteros, un almirado encomio de lo público, un vituperio del capitalismo -porque en Cuba o Venezuela jamás hay apagones-, la banalización de la experiencia y un nuevo derroche de arrogancia con el que fingir que el sistema en realidad ha demostrado sus fortalezas.

Nuestros vecinos lo ven de otra manera. El ministro francés de Industria y Energía, Marc Ferracci, ha asegurado que su país está mejor preparado para evitar que apagones como el que se produjo en España tengan un carácter general, y ha insistido en que el impacto en Francia ha sido "mínimo". En una entrevista a la emisora RTL, Ferracci ha explicado que ha estado hablando esta mañana con los responsables de RTE, el operador de las redes eléctricas en Francia, y "no hay ningún incidente". "En Francia, un apagón general es mucho más improbable", asegura el ministro Marc Ferracci, "porque contamos con varios mecanismos que nos permiten superar este tipo de problemas".

Los operadores privados son el nuevo enemigo señalado desde la Moncloa y las empresas energéticas aseguran que esta es una absoluta irresponsabilidad. Como no ha señalado a quién se refiere exactamente como operadores privados, las empresas no quieren ser las primera en reaccionar, no vayan a pensar los usuarios que se dan por aludidas… Aunque alguna sí lo ha hecho. Iberdrola, a través de un comunicado.

La Comisión Europea le ha dado un plazo al Gobierno español para que averigüe lo que ha ocurrido y ofrezca una explicación seria. Un socio tiene que ser confiable y en un mundo tan interrelacionado no puede haber incertidumbre sobre el sistema eléctrico de la cuarta potencia europea.

Como el Gobierno no abandona la hipótesis del sabotaje, la Audiencia Nacional tiene que investigarlo, tiene que abrir unas diligencias previas. La Audiencia Nacional investiga si el apagón se debió a un sabotaje informático y si fue un delito de terrorismo.

Porque además hay una responsabilidad que asumir. Porque ha habido muertos. Al menos cuatro. Cada persona puede contar una odisea y hoy estamos todos contando nuestras historia. Algunas divertidas, otras angustiosas, la mayoría sencillamente llamativas. Pero hay muertos y esas son las peores consecuencias de lo ocurrido. Ha ocurrido por una mezcla de impericia y de desesperación, como esa familia de Taboadela (Orense) que se hizo con un generador para alimentar a un respirador eléctrico del que dependía. Ayer nos acordábamos de los respiradores... Pues sí, hay gente que no puede prescindir de una máquina y estas tragedias sobrecogen.

Rafa Latorre monólogo