El premio Nobel portugués, José Saramago, se imaginó una Península Ibérica que se desgajaba de Europa y que, como una isla flotante, marchaba a la deriva hacia América. Lo contó en La Balsa de Piedra, cuando “Joana Carda hizo una raya en el suelo con una vara de negrillo” y en los Pirineos apareció una inmensa y profunda grieta. La vieja Iberia se deslizó hacia el Atlántico sur. Ahora, esa grieta pirenaica ha mutado en las barricadas independentistas.
España se transforma en una ínsula día si y día no, aunque mantiene firmes sus cimientos.Los cortes intermitentes ypersistentes de las vías catalanas y de la frontera no solo generan pérdidas en el sector del transporte, también provocan cortocircuitos en la cadena de suministros, en la logística, en el sector hortofrutícola y de productos frescos.
La Economía española y sus exportaciones se convierten en rehenes de los insurrectos y de la indolencia de las autoridades.
Los hoteleros piensan que el invierno va a ser duro y ya veremos la primavera. Consideran que sería un éxito que el año que viene se empataran los resultados turísticos con los de este ejercicio. Por cierto, los hoteleros quieren que su sector dependa de Calviño o de Presidencia en el próximo Gobierno.
El abrazo de Sánchez e Iglesias sigue dejando huella, sobre todo en bolsa y en el sector financiero, colorados como la bandera con estrechamiento de 6.000 millones en la capitalización.
Un sector, el bancario, que hoy también es noticia porque Anticorrupción quiere que se impute al ex presidente del BBVA, Francisco González, en el caso Villarejo.
Entretanto, varias comunidades autónomas luchan para atraer la inversión chinay construir en su territorio una fábrica de baterías para los coches eléctricos. Es el bienvenido Míster Marshall del siglo XXI.
