LAS CLAVES DE LA BRÚJULA

La banda sonora: Teléfono rojo, volamos hacia Moscú

La sección de Pablo Pombo en La Brújula en la que mezcla el cine con la actualidad política.

ondacero.es

Madrid |

Volvemos a Kubrick y volvemos al blanco y negro, que es lo que nos gusta. El cine en color es para flojos. Nos gustan las películas con buena banda sonora. Y más, si la emplean para generar contraste entre la fragilidad de la vida y la infinita fortaleza de la estupidez humana.

Hoy proyectamos 'Teléfono rojo, volamos hacia Moscú', una película que fue una advertencia en 1964. Y que continúa siendo profética y distópica ahora que nos adentramos en un conflicto comercial nunca visto... Así que, entremos, entremos en la sala de guerra…

El largometraje guarda diferencias con nuestro momento, claro. Pero lo tremendo de esta farsa bélica, está en la cantidad de semejanzas que contiene y que valen para descifrar lo que está pasando en Estados Unidos y en todo el mundo.

La paranoia de entonces no ha desaparecido. Todo parte de una teoría de la conspiración, de la obsesión con la pureza y la esencia tan propias del nativismo y del nacionalismo norteamericano.

  • Primera semejanza. La teoría de la conspiración sobre el agua y su amenaza a la esencia y la pureza de los Estados Unidos que lleva al General Ripper a actuar por su cuenta tiene, evidentemente, tan poca validez como la que ha llevado a Trump a desencadenar este conflicto comercial.
  • Segundo parecido, la violencia. Porque, a continuación, el General Ripper, se dirige a las tropas de su base aérea, transmitiendo órdenes tan agresivas como el 'Fight, fight, fight' que emplea Trump a la base electoral republicana o cuando trata de intimidar el resto del planeta.

Esa orden acabará provocando un enfrentamiento armado, muy violento, entre las tropas del general Ripper y las del resto del ejército norteamericano. La llamada de atención es clara: Estados Unidos siempre ha llevado dentro el peligro de una guerra civil. Y cabe preguntarse si puede ser ahora, bajo el ataque de Trump a la democracia, cuando su riesgo podría acercarse a sus máximos.

La primera diferencia está en que Rusia era el enemigo en tiempos de Kubrick y ahora es el único país que se ha salvado de la agresión. Ahora, la demonización del hombre soviético se ha trasladado a la del hombre democrático occidental, tal y como reflejan, con frecuencia, el propio Trump y JD Vance con su hostilidad hacia Europa. Hoy, somos nosotros quienes estamos en la diana del odio, de una venganza prefabricada.

Y la segunda distinción, central, está en que el presidente de Kubrick trata de actuar racionalmente, en medio del caos, de una crisis que no ha provocado y entre las chapuzas y las peleas que se dan en la sala de guerra, como vemos en una de las escenas más famosas de esta cinta.

Desgraciadamente, en nuestro tiempo, es el presidente Trump quien ha provocado el conflicto y no un militar desquiciado. Él es el general que actúa contra el interés de su pueblo y del resto del mundo. Trump es el origen de la crisis, el responsable de la incertidumbre actual y será el culpable de las consecuencias que todo esto tendrá.

En el cine, la diplomacia termina fracasando porque la comunicación es caótica y porque los fallos técnicos se suceden. La tecnología, nos advierte el director, puede terminar actuando contra el interés del ser humano. Pero aquí la situación es más compleja. Ahora la comunicación entre la Casa Blanca y el resto de cancillerías es posible, pero, desde esta semana, se ha hecho imposible la confianza.

En la película, la burocracia no puede frenar el choque definitivo. En nuestro presente, la administración norteamericana está siendo estrangulada por el círculo de un presidente que ni quiere ni puede frenarle y que, además, actúa como acelerador irracional de los acontecimientos.

En ese círculo hay un personaje especialmente siniestro, 'Strangelove', con acento alemán, que bien podría compararse con Elon Musk porque ambos coinciden en sus saludos nazis espasmódicos. Y, sobre todo, por su concepción deshumanizadora de la ciencia y de la tecnología.

El propio 'Strangelove', ofrece una vía de salida para las élites, la posibilidad de refugiarse en las minas durante un siglo cuando el invierno nuclear parece ya inevitable.

El personaje de Strangelove parodia a los nazis Von Neumann o Von Braun. La actualidad nos trae a radicales como Steve Bannon, Stephen Miller y Elon Musk.

La genialidad de Kubrick, la profecía ocultada como un huevo de Pascua, radica en que Peter Sellers interpreta al científico brutal, pero también al propio presidente. Ese juego de planos y contra planos sólo puede ser visto hoy como un pliegue en la línea del tiempo.

La extrema derecha ha logrado hacerse con el gobierno de la primera potencia occidental y supone una amenaza para el mundo entero. En el fondo, Kubrick llevó al cine lo mismo que Trump está trayendo a nuestras pantallas.

La absurdidad de la destrucción mutua asegurada, el riesgo de las decisiones unilaterales, el peligro del odio y del nacionalismo, la necesidad de que el poder pueda ser controlado.