Opinión en la brújula

La carta de Ónega a Alfonso Guerra: "Reconforta escuchar la frescura que usted lucía hace unos cuantos años"

Buenas noches a don Alfonso Guerra. Le escribo a usted, porque desde que le escuché anoche en La Brújula esas cosas que dijo del acuerdo de Sánchez e Iglesias, estoy digamos que un poco reconfortado.

Fernando Ónega

Madrid | 20.11.2019 23:25

Es usted la parte crítica del socialismo que discrepa, que ya sabemos que los clásicos socialistas están divididos en sus tradicionales dos almas: la que aplaude que se pacte con Podemos y la que pone el grito en el cielo que Podemos quiere conquistar a lomos de un caballo llamado Sánchez.

Y me reconforta también escuchar aquella frescura que usted lucía hace unos cuantos años, cuando hablaba y hacía temblar las farolas. Hizo usted la oposición más ingeniosa, cruel pero ingeniosa, de la historia de la democracia. Utilizó como nadie la caricatura y la sátira. Incluso el esperpento. Se hizo temible en el mitin y en el Congreso. Y ahora, don Alfonso, la metáfora de la evolución del abrazo de Iglesias y Sánchez habrá resultado triste para el presidente en funciones, pero le tendrá que reconocer que es ocurrente.

Si Pedro y Pablo hacen gobierno, dijo usted, "uno tomará la iniciativa y el otro no podrá decir que no, aunque le gustaría". Fue lo que pasó en la firma del acuerdo. Y la iniciativa de abrazarse fue de Pablo. Esta mañana, en Alsina, un tertuliano dijo que usted hacía de Chiquito de la Calzada. Lo desmiento. No le conocen, don Alfonso. Mejor dicho: no lo recuerdan.

Los jóvenes no tienen memoria de los grandes que construyeron la democracia en este país. Alfonso Guerra no hace de nadie. Alfonso Guerra sigue haciendo de Alfonso Guerra. Del mordaz Alfonso Guerra. Del crudo Alfonso Guerra. Del Guerra que dice: "que los separatistas nos salven y voten en contra".

Con ese gracejo andaluz que conserva intacto. Con ese dominio de la burla que lo hace irrepetible. Lo malo es que usted empiece a ver un drama al final de la aventura. Naturalmente, deseo que se equivoque. Pero, equivocado o no, casi estoy por pedirle que vuelva. No a la política activa, que usted ya pasa de las seducciones del poder, que lo ha tenido todo. Que vuelva para poner, entre sátira y sátira, entre sarcasmo y sarcasmo, un poco de ingenio en una vida pública pánfila y plana. Que vuelva a animar el patio nacional.