Y buenas noches a tí, oyente de La Brújula. A usted, excelentísima y excelentísimo oyente de este programa. De parte de su dirección y su equipo tengo el encargo de facilitarles una información: dentro de nada entraremos en el 22 de diciembre, y todos los pobres sabemos qué ocurre ese día. Y no es que todos vayamos a ser millonarios en dinero, que ya lo dudo, aunque no lo descarto.
Es que la empresa editora nos da el aguinaldo de un leve descanso por ser Navidad. Nos ha dicho: hale, chicas y chicos, coged el hatillo y dejad el micrófono a gentes más entretenidas. Y aquí nos tenéis, queridos oyentes. Si oís algún ruido no habitual, no es solo del equipo de José Ramón de La Morena al asalto del estudio. Es de los hatillos camino del último tren antes del toque de queda. Es que, sin discursos ni proclamas, ni más zambomba que la voz, nos disponemos a dar por inaugurada la Navidad 2020. Es un poco tristona, ya lo sé: el puñetero virus no hace más que darnos sobresaltos.
Es una Navidad de lamentos, porque en 45 o 50.000 mesas (se dice pronto) faltará una persona, casi siempre padre, madre o uno de los abuelos. Es una Navidad de nostalgias, porque hay muchas familias a las que no dejan reunirse como si la Nochebuena fuese clandestina, como si el día 25 fuese conspiratorio. Y es una Navidad de añoranzas, porque antes no era así. Y al decir “antes” quiero decir que nunca fue así en nuestra memoria.
Pero también sabemos una cosa, igual que la sabes tú: nunca más volverá a ser así. Volverán a sonar los villancicos por las calles, como antes. Volveremos a hacer vídeos de los niños abriendo sus regalos como siempre, pero en todas las casas sin excepción alguna. Pasará el virus, pasará el miedo, pasarán las mascarillas, se animará la economía, no tendremos que hablar de ERTEs ni de bancos de alimentos y volveremos a dar todo su valor a la palabra tranquilidad.
Y esto, excelentísimo señor oyente, excelentísima señora oyente, no es un deseo. Es un anuncio. Mientras llega, este escribidor busca la estrella que hace ocho siglos que no vemos y pone en el cielo de España dos palabras que manda el calendario; las únicas dos palabras que son válidas estos días; las dos grandes palabras que salen del corazón: Feliz Navidad.