En 2017, por ejemplo, se trasladaron 829 órganos en vuelos privados y comerciales, 223 en vuelos regulares. Viajan en neveras y siempre en la cabina del piloto, para garantizar su seguridad y ahorrar esperas. En esas ocasiones, incluso la operativa de los aeropuertos se hace más flexible. En 2017 hasta 125 veces se prorrogó horario en diferentes aeropuertos españoles, en otras 25 se abrieron los que ya estaban cerrados. Y si hay que dar preferencia a un vuelo en pista de despegue, tampoco hay problema, porque la colaboración de todos es máxima.
Cuando el órgano va por tierra, viaja en ambulancia y la sensación de premura es la misma. Un riñón puede aguantar 24 horas, incluso 48 con control de frío; hígado y páncreas, 12 horas; corazón y pulmones, seis horas.
Y así se produce el milagro. Todo por la voluntad de una familia capaz de convertir uno de los momentos más amargos en semilla de esperanza para otros. Ellos son los más pacientes, capaces de retrasar su duelo para que la donación pueda ser efectiva.
En 2017 España batió su propio récord de trasplantes sumando 5.259. De ellos, 3.269 pacientes recibieron un riñón, 1.247 un hígado, 363 un pulmón, 304 un corazón, 70 un páncreas y 8 un intestino. Nuevas vidas, regalo de 2.183 donantes.