Tal y como comentamos en “En Serie Te Lo Digo” de La Brújula el pasado viernes, la cantidad de cigarros que se consumen en la serie creada por Matthew Weiner provoca repulsión y ansiedad a partes iguales. Más allá del número de cigarros consumidos, que en las cinco primeras temporadas supera el millar, resulta casi imposible ver más de tres secuencias seguidas en las que los personajes no aparezcan pegados al cigarrillo. Todo el mundo fuma: Don y sus compañeros, Joan y las secretarias, Peggy trata de intentarlo pero no lo consigue, al igual que, afortunadamente, la pequeña Sally Draper en la segunda temporada de la serie.
Pero además de asistir al continuo consumo de cigarrillos, mentolados, rubios o tostados, también aprendemos en Mad Men los cambios a los que se vieron obligados a someterse las tabacaleras, conforme las investigaciones y los conocimientos médicos avanzaban y se descubría que, a pesar de la publicidad inicial, el tabaco y los cigarrillos estaban bastante lejos de ser recomendables para nada, o capaces de mejorar la salud del consumidor. A lo comentado con Carlos Alsina en La Brújula, cabe añadir la supresión definitiva de los anuncios de marcas de tabaco en la televisión a comienzos de los años 70, ya que el medio iba ganando adeptos y ya no bastaba con limitar los planos o los actores que participaban en los comerciales, sino que era necesario y actuar, especialmente ante la audiencia más joven. Cosa que por cierto Weiner debería plantearse al final de cada capítulo, aclarando que ninguno de los más de mil cigarros que se han encendido los actores era en realidad tabaco real sino una inofensiva mezcla de hierbas. Por aquello del glamour.